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'El Criticón' de Baltasar Gracián, un buen libro de cabecera para el periodista de hoy

A. T. T. | Todas las obras de Gracián se caracterizan por una condensación semántica, cargada de significados, y por una simplicidad sintáctica en su construcción, especialmente El Criticón.

Esta obra "total" remite a multitud de saberes, alegoriza el sentido de la existencia humana y se alza como una compleja arquitectura donde todo está en todo y donde el todo es mucho más que la suma de las partes. Aristóteles en su Metafísica, obra escrita después de la Física, ya lo resumió concisamente: "El todo es mayor que la suma de las partes." Andrenio, uno de sus personajes, necesitó la ayuda de muchos guías para descifrar el "mundo como libro".

El "texto literario" no se puede desligar del contexto vital e ideológico de su autor. Gracián nos hace pensar y ese hecho lo universaliza como filósofo pensador. Gracián solo viajó por España y recorrió Europa a través de los libros y la imaginación. Sus lagunas y limitaciones sobre lo que estaba pasando en Europa se deben a que cuando los centros de la cultura, la política y la economía se desplazaban al norte de Europa, Gracián seguía pensando aún en Roma y en el humanismo renacentista italiano. A pesar de esto, Gracián nos sorprende por la modernidad de sus planteamientos estéticos, morales y filosóficos al dejar de lado la escolástica y alcanzar o quizás sobrepasar con su pensamiento la talla de Blaise Pascal.

Alonso Fernández, Santos (1981) [1] defiende la tesis de que la esencia del arte de Gracián consisten en su afán de aumentar la carga significativa de las palabras. En el Prólogo de esta obra, el profesor don Rafael Lapesa asegura que en Gracián todos los elementos lingüísticos y estilísticos llegan al límite para emitir alusiones, semejanzas y contrastes que el oyente o el lector tienen que captar con doble esfuerzo de fantasía y reflexión. El plano fónico, denotaciones y connotaciones, función gramatical, estructuras sintácticas y figuras retóricas obedecen al mismo impulso.

El mismo Lapesa dice que la lengua literaria del Barroco no es una excepción a las distorsiones que experimenta el arte: "en casi todo el siglo XVI domina el criterio de naturalidad y selección; la literatura barroca del XVII se basa en el ornato y el artificio." [2]

La brevedad de las obras publicadas por Gracián no pueden confundirnos: su densidad en contenidos es tan intensa que justificaría cualquier estudio literario. Y aunque sus obras presentan diferencias, sin embargo expresan, matizan o complementan reiteradamente numerosas ideas: escribe sobre las cualidades que el hombre debe poseer para alcanzar la excelencia y la inmortalidad y también hace desesperadas reflexiones sobre el vivir humano, la sagaz observación y la atormentada visión del mundo.

Para algunos críticos, la intención didáctica de Gracián es fundamental en sus obras; es decir, trata de la educación del hombre hasta alcanzar la completa formación de la persona:

- El Héroe (Huesca, 1637): busca la formación del hombre perfecto, del héroe, del ser único e irrepetible en prendas y cualidades.
- El Político (Zaragoza, 1640): sobre la formación del hombre políticamente ideal a imagen y semejanza de Fernando el Católico.
- El Discreto (Huesca, 1646): acerca de la formación del hombre eminente en su relación social.
- Oráculo Manual y Arte de Prudencia (Huesca, 1647): de la formación del hombre completo, resumen y paradigma de todas las demás prendas.
- Agudeza y Arte de Ingenio (Huesca, 1648): sobre la formación del hombre intelectual.
- El Comulgatorio (Zaragoza, 1655): acerca de la formación del hombre religioso.
- El Criticón (1ª parte, Zaragoza, 1651); (2ª. parte, Huesca, 1653), y (3ª. parte, Madrid, 1657) versa sobre la formación del hombre inmortal que pervive su fama por la memoria de sus obras.

Desde otra perspectiva, el lector atento puede ver al escritor apasionado por el lenguaje y sus posibilidades estilísticas, por una estricta condensación sintáctica que se corresponde con una amplia intensificación o amplificación significativa. Desde este punto de vista se pone en duda la intención didáctica de Gracián y se ve en él un marcado interés por el juego lingüístico y la ironía; el logro de una expresión sorprendente; el anhelo de hacer solo literatura lo más hermética posible para poner a prueba al lector.

La amplificación semántica mediante el nombre, por ejemplo, es patente en las acumulaciones. Los nombres forman auténticas enumeraciones. Parece sugerirnos la insuficiencia semántica de un único hombre, por lo que Gracián trata de completarla añadiendo más; sin embargo no es así: Gracián intenta abarcar toda una realidad lo más completa posible, por ello que use todos sus componentes:

"-¿No veis -exclamó la Fortuna- lo que pasa?
Conocieron todos la verdad, y valióle. Sólo el soldado volvió a replicar, y dijo:
- Muchas cosas hay que no dependen de los hombres sino que tú absolutamente las dispensas, las repartes como quieres, y se quejan que con notable desigualdad. Al fin, yo no sé cómo es que todos viven descontentos: las discretas porque las hiciste feas, las hermosas porque necias, los ricos porque ignorantes, los sabios porque pobres, los poderosos sin salud, los sanos sin hacienda, los hacendados sin hijos, los pobres cargados de ellos, los valientes porque desdichados, los dichosos viven poco, los desdichados son eternos. Así que a nadie tienes contento. No hay ventura cumplida ni contento puro, todos son aguados. Hasta la misma Naturaleza se queja o se excusa con que en todo te le opones. Siempre andáis las dos de punta, que tenéis escandalizado el mundo: si la una echa por un cabo, la otra por el otro. Por el mismo caso que la Naturaleza favorece a uno, tú le persigues; si ella da prendas, tú las desluces y las malogras, que vemos infinitos perdidos por esto, grandes ingenios sin ventura, valentías prodigiosas sin aplauso, un Gran Capitán retirado, un rey Francisco de Francia preso, un Enrique Cuarto muerto a puñaladas, un marqués del Valle pleiteando, un rey don Sebastián vencido [...], un príncipe don Bartasar, sol de España, eclipsado. Dígoos que traéis revuelto el mundo."


(GRACIÁN, Baltasar, El Criticón II, c. 6, págs. 154 y 155 [3])

La amplitud ideológica en Gracián es inmensa, obsesiva e irrepetible: sabiduría, ciencia, erudición, genio, ingenio, agudeza, galantería, discreción, gusto, prudencia, espera, reparo, sagacidad, reconsejo, recelo, despejo... Pero también lo es el uso constante de los mismos recursos expresivos y estilísticos, a pesar de los diversos estilos que presentan las obras entre sí.

Gracián es un escritor del Barroco. La evolución del Renacimiento del XVI al Barroco del XVII es gradual, pero el contraste entre uno y otro fue desmedido. El optimismo renacentista se distorsiona en el Barroco y en el arte los ideales se deforman, se vacían de contenido, se quiebra la seguridad y el arte se desequilibra y retuerce. El pesimismo barroco sustituye a la serenidad renacentista y el escritor se refugia en el arte por el arte, en el artificio por el artificio, en el juego verbal, aunque tras esa exuberancia brillante se esconden realidades angustiosas. El desdén por lo vulgar y la facilidad como vicio estético hace que el artista se dirija a la minoría que pueda entender el objetivo estético.

NOTAS

[1]. ALONSO FERNANDEZ, Santos (1981), Tensión semántica (Lenguaje y estilo) de Gracián, Prólogo de Rafael Lapesa, Zaragoza, Institución "Fernando el Católico".
[2].LAPESA, Rafael (1981), Historia de la Lengua española, 9ª ed. corregida y aumentada, Madrid, Gredos.
[3].Edición crítica de Evaristo Correa Calderón, Madrid, Espasa-Calpe, 1971.

Los medios como metáforas (6-4-2012)

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