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Ideas sobre la educación de la mujer en el siglo XIX

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | "Hasta el presente, nada ha sido la mujer, respecto a instrucción literaria, científica y profesional; y todavía hay quien pretende detenerla en el camino del verdadero progreso; relegarla a un obstruccionismo de tinieblas, negarle el pan de la inteligencia". Así opinaba el catedrático Juan Cancio MENA en un discurso pronunciado en 1897 en el Centro Mercantil Industrial y Agrícola de Zaragoza.

Las primeras corrientes feministas en España, aparecieron a finales del siglo XIX, en torno a los escritos y a la actividad de mujeres como Emilia PARDO BAZÁN (1851 - 1921) y Concepción ARENAL (1820 - 1893), que defendieron los derechos políticos y sociales de las mujeres, así como su instrucción. Josefa AMAR Y BORBÓN (Zaragoza, 1753 - h. 1805), escritora y socia de mérito de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País desde 1782, ya se destacó en la defensa de las aptitudes de la mujer para el desempeño de funciones políticas y sociales. De 1786 es su Discurso en defensa del talento de las mujeres y otros cargos en que se emplean los hombres. En su Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, de 1790, escribe que éste es "el móvil de mayor impulso para que se logren (...) los beneficios que el Estado puede esperar de esta noble y considerable parte de sus individuos".

Con la subida al poder de la burguesía liberal, la educación institucional, hasta entonces reservada a las clases privilegiadas, se quiere hacer llegar al pueblo. En este sentido se dirige el título IX de la Constitución de 1812 y el Reglamento General de Instrucción Pública de 1821, de corta vigencia. La Ley de Instrucción Primaria de 1838 es el primer ensayo del liberalismo español para modernizar a la sociedad, ilustrando y moralizando a sus individuos. Sus dos grandes objetivos eran la escolarización de todos los niños de entre 6 y 9 años y la dignificación de la formación del profesorado y de su posición económica. El artículo 35º disponía: "Se establecerán escuelas separadas para las niñas, donde quiera que los recursos lo permitan, acomodándose la enseñanza de estas escuelas a las correspondientes elementales y superiores de niños, con las modificaciones sin embargo que exige la diferencia de sexo". Según la Ley de Moyano de 1857, las niñas debían sustituir las nociones de Agricultura, Industria y Comercio, Física e Historia Natural, actas para los chicos, por Labores propias de su sexo, elementos de Dibujo aplicado a las mismas labores y ligeras nociones de Higiene doméstica. COSTA creía que las niñas debían aprender "economía doméstica más bien que historia, orden e higiene antes que bordado, contabilidad práctica mejor que dibujo, previsión y no geografía, cría de aves, gobierno de los hogares, amor al prójimo, odio al lujo y a la vanidad (...)".

En 1838 la provincia de Zaragoza tenía 371 escuelas, que aumentaron a 461 a finales de 1856. En 1850 la Universidad de Zaragoza contaba con 1.500 alumnos. La enseñanza primaria atendía a 43.194 niños, 34.944 chicos y 8.250 chicas. Pero, según el censo de 1857, al menos el 35% de los niños y el 74% de las niñas de la provincia estaban sin escolarizar. En 1877, el analfabetismo en la provincia de Zaragoza, en individuos mayores de 6 años, se elevaba al 59,88%, aunque en 1900 la cifra se redujo al 51,77%. Los maestros estaban mal preparados y se les pagaba poco y tarde. Laureano FIGUEROLA escribía en 1844: "Los maestros salvo muy pocas pero honrosas excepciones, son hombres ignorantes guiados por la mera rutina, sin más conocimientos que los que han podido adquirirse por sí mismos en la práctica, sin haber adquirido la teoría de su profesión ni saber donde acudir para aprenderla,..., ¿qué podían dar de sí cuando la miseria, el abandono y el pedantismo eran su único patrimonio?". L. BONET, Inspector de enseñanza primaria, en su Informe sobre el estado de la Instrucción primaria en la provincia de Zaragoza, de 1854, añadía: "Al hacerme cargo de la Inspección -1849- la mayoría de las escuelas estaban desempeñadas por profesores antiguos, que, salvo, algunas raras excepciones, ejercían sus profesiones sin poseer los indispensables conocimientos en los ramos de enseñanza y careciendo casi absolutamente de toda idea pedagógica". COSTA consideraba que a la maestra se le debía indicar "la conducta que deben observar en el establecimiento de enseñanzas que más utilidad ofrezcan (...), y el modo práctico de propagarlas con mayor provecho (...)".

En el número de 23 de junio de 1890 de EL MAGISTERIO ARAGONÉS, revista de primera enseñanza dedicada a defender los intereses y derechos de la enseñanza y de los maestros, se decía: "Los soldados de la vanguardia del progreso.- Así se nos designa a los Maestros cuando se trata de encomiar los beneficios de la educación; pero cuando de pagar nuestras asignaciones se trata, entonces, todos parece como que se preguntan: ¿pero los Maestros comen?". En el Congreso nacional pedagógico de Madrid de 1882, convocado por el Fomento de las Artes, y en el que participó COSTA como representante de la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 en torno a la figura de Francisco GINER DE LOS RÍOS, Álvaro MARINA dijo ante unos 1.200 maestros: "Poned al maestro en condiciones de enseñar; lo que necesita el maestro no es tanta pedagogía moderna, lo que necesita es comer". Según la GACETA de 15 de febrero de 1898, a los maestros se les adeudaba más de nueve millones de pesetas, que se redujeron a más de ocho millones en octubre del mismo año.

En sus Apuntes sobre instrucción, manuscrito de 1870, COSTA escribía: "Para que la mujer de estos pueblos desempeñe papel tan importante, además de que por razón de su sexo debe representar en la familia, es necesario que sea también instruida; que por lo menos sepa leer y escribir, que reciba algunas explicaciones sencillas de doctrina y moral cristianas, y adquiera algún conocimiento práctico de las operaciones agrícolas a que por lo regular se consagra y de los quehaceres domésticos a ella confiados. La edad más oportuna de adquirir estas nociones es la de la niñez, durante la cual se fijan de un modo permanente los principios y reglas, si han sido racionalmente expuestos, y se aprovecha la época más preciosa de la vida para su aprendizaje, en cuyo período no es útil a las familias el trabajo material que a la niña de seis a diez años se le puede encomendar". En su Ensayo sobre Fomento de Educación Popular, manuscrito de 1871, señalaba: "Para que la instrucción popular sea completa debe extenderse a los dos sexos: por desgracia, si poco se ha adelantado hasta el presente en la educación del hombre, se ha hecho menos aún en la de la mujer". COSTA pensaba que de la educación femenina dependía el buen funcionamiento del hogar y de la sociedad. "No debe pasar en el olvido que la mujer perteneciente a las clases jornaleras, como a todas las demás, desempeña en la educación un papel importantísimo; y para ello es necesario que a su vez esté educada. Rehabilitada la mujer por el cristianismo y convertida de esclava en Sra. del pequeño recinto del hogar, ejerce en la familia una influencia omnipotente, pero al propio tiempo suave y agradable, y puede decirse sin temor de equivocarse que es la que infunde carácter a la educación doméstica, base fundamental de la pública". Para eso los gobiernos debían preocuparse de la educación femenina de forma gratuita y obligatoria. "Y si para todas las clases debe ser obligatoria y gratuita la primera educación y enseñanza, con mucho mayor motivo deber serlo para las hijas del jornalero del poblado (...)". Todos estos proyectos para escuelas de niños y niñas, bien dispuestas y con jardín, las clases nocturnas y conferencias semanales para adultos de ambos sexos, su museo universal, sus misiones populares y su interés por el soldado raso, tomarán cuerpo en su libro Reconstitución y Europeización de España.

En estos años, propicios para la creación de institutos religiosos, asociaciones benéficas y revistas gráficas para las mujeres, está en pleno auge la literatura femenina. Concepción GIMENO GIL (Alcañiz, 1850) fundó y dirigió LA ILUSTRACIÓN DE LA MUJER (1872). En el Ateneo de Madrid fue presentada para dar unas conferencias por Juan VALERA, que animaba a las mujeres a dedicarse a la literatura. "Si sólo escriben los hombres, la manifestación del espíritu humano se dará a medias: sólo se conocerá bien la mitad del pensar y del sentir de nuestro linaje. En los pueblos donde la mujer vive envilecida en la servidumbre, y no se deja educarse y saber, la civilización no llega jamás a completo florecimiento: antes de llegar, se corrompe o se marchita. Es como si el alma colectiva de la creación o casta donde esto ocurre, se le cortase una de las alas. Es como ser vivo que tiene la mitad de su organismo atrofiado o inerte por la parálisis". De sus ensayos destaca La mujer española, libro "doctrinario, reformador y moral a un tiempo", que inspiró a Víctor HUGO una emocionada carta, que envió a la autora. Con el libro se proponía "Demostrar la necesidad que tiene la mujer española de ilustrarse, y sus brillantes facultades para adquirir esa ilustración que tanta falta le hace (...)". Consideraba que a la mujer era preciso "regenerarla, redimirla, alimentar su débil razón; y esto lo conseguiremos dándole el pan de la inteligencia, dándole mucha luz". Para ella no había sexo débil ni fuerte. "Los dos sexos son iguales ante Dios, porque a los dos sexos los ha dotado de inteligencia: siendo iguales, contraen la misma responsabilidad ante Él; pero es preciso para esto que reciban los mismos grados de cultura". Concepción GIMENO colaboró en la primera REVISTA DE ARAGÓN (1878-1880) con dos trabajos. En "La Madre", publicado en 1878, escribía: "La dicha de las futuras generaciones debe esperarse de la mujer: la mujer está llamada a enarbolar la bandera del progreso. La mujer ha de transformar la faz moral del Universo, porque la educación que ella dé a sus hijos, no ha de tener por objeto (como hasta hoy) reproducir indefinidamente en las generaciones futuras los errores de las generaciones pasadas, alimentando necias preocupaciones, vulgares trivialidades, debilidades pueriles y ridículos absurdos". En "El Estudio", publicado en 1880, Concepción GIMENO consideraba a la mujer igual en inteligencia que el hombre, imponiéndole la obligación de instruirse. "¡Inspiremos a la mujer el amor al estudio! El estudio es la higiene de nuestro espíritu. El estudio es manantial de goces imperecederos.

El estudio bruñe y cincela nuestro entendimiento; el estudio fortifica nuestro criterio; el estudio ilumina nuestra razón". En el número de 20 de marzo de 1897 de MISCELÁNEA TUROLENSE, que dirigía Domingo GASCÓN Y GUIMBAO (Albarracín, 1845 - Madrid, 1908), apareció un artículo de Concepción GIMENO titulado "La mujer aragonesa", lleno de tópicos. En el número de 30 de noviembre de 1873 de la revista LA ILUSTRACIÓN DE LA MUJER se decía: "Como nuestro periódico tiene principalmente por objeto despertar a la mujer del letargo en que yace desde tiempo inmemorial, en los artículos siguientes nos ocuparemos de hacer ver la parte moral que la mujer ha de tomar en la futura revolución; pues siendo la madre base de familia, de poco serviría que la revolución viniera, si había de dejar a ésta en el estado de ignorancia en que se encuentra". En otro artículo publicado en varios números titulado "La mujer", se abogaba por la igualdad de oportunidades, ya que para la mujer estaba vedada la instrucción y la universidad. Se consideraba injusto e inmoral que el hombre tuviera a la mujer en tal lamentable estado, "reducida a la condición de paria y postrada en la ignorancia más crasa". La mujer debía salir de la atonía que la dominaba, exigiendo los derechos civiles que le correspondían, empeñándose en ello, imitando el arrojo de la mujer anglo-americana, que asistía a las cátedras públicas y trabajaba, aunque tampoco tenía reconocidos sus derechos políticos. "Víctima de su incuria, de su abandono o de su egoísmo, ella viene siendo constante rémora y valladar a todo progreso, y la última trinchera, tras la que siempre se parapetan todas las preocupaciones y todos los fanatismos". Sofía TARTILÁN (fallecida en Tarancón en 1888) trataba del mismo asunto en otros artículos de la citada revista, bajo el título de "La educación de la mujer", que vieron la luz a lo largo de 1873 y 1874. Para ella no era comprensible "la culpable indiferencia con que durante tantos siglos se viene mirando la educación de la mujer, parte integrante de las sociedades, de los pueblos y de las familias, que puede considerársela, no sólo como la mitad del género humano, sino como algo más, puesto que la madre forma al hijo y la esposa al esposo...". La autora tachaba al hombre de egoísta, por dejar a la mujer sumida en la ignorancia, ya que debía ser "la compañera de su vida, la madre de sus hijos, el guardián de su honra, el escudo de su nombre y el administrador de sus bienes". En aquel tiempo, la única salida para las jóvenes era el matrimonio, la obediencia a sus maridos y el cuidado de sus hijos. Se daba poca importancia a la formación de la mujer, siendo ésta muy limitada y al parecer inservible. El 15 de junio de 1896 HERALDO DE ARAGÓN informaba que en las escuelas de Zaragoza las niñas realizaban "primorosos bordados a lausín, pañuelos de encaje, colchas soberbias". TARTILÁN pensaba que con la educación de entonces sólo se conseguía "barnizar a la joven, charolarla, ponerla en estado de que deslumbre, de que agrade, y una vez conseguido el objeto, poco importa el resto; poco importa que después este conocimiento, como los otros, no la sea de ninguna utilidad". Y refiriéndose a los responsables de esta formación de la mujer, escribía: "Pues tengan en cuenta los que así obran, que por una ley ineludible de eterna compensación en todos los pueblos, en todas las edades y bajo todas las dominaciones en que por apatía, injusticia o indiferencia se ha sumido a la mujer en el abandono y en la ignorancia, ella se ha vengado degradándose y degradando con ella a sus hijos; y nada hay, nada puede haber que degrade tanto como la ignorancia; porque rebajando el espíritu al nivel de la materia, el alma se deja dominar por las pasiones mezquinas y bastardas, y la inteligencia completamente anulada, deja de responder a los sentimientos elevados y nobles, que son el móvil de las acciones nobles y elevadas". Por eso la autora afirmaba que "La educación sólida, profunda, recta y cimentada en los conocimientos útiles es tan provechosa a la parte moral como a la material de la mujer". Estimaba que con el cristianismo tampoco había mejorado la condición de la mujer, y aunque la fórmula del matrimonio señalaba que la mujer debía ser compañera y no sierva, "La esclavitud moral continuó porque continuaba la ignorancia, y sólo cuando el marido y la mujer estaban bajo un pie de igualdad en cuanto a la ilustración, era cuando se les veía unidos: por lo demás, el divorcio moral, seguía subsistiendo lo mismo que subsiste hoy, y como subsistirá mientras los esposos no puedan entenderse". Pero el mundo y las ideas progresaron, aunque la mujer no participó en el banquete intelectual. "Las artes y las ciencias continuaron siendo patrimonio exclusivo del hombre. Se buscaron en la religión cristiana los mismos pretextos que se habían buscado en el paganismo para que la mujer no pudiera penetrar en el templo del saber, y de este modo, cuando el hombre ascendía la mujer quedó en el fondo: por tanto, la separación fue inminente, el divorcio moral inevitable".

Faustino SANCHO Y GIL (Morés, 1850 - Épila, 1896) escribió para LA ILUSTRACIÓN DE LA MUJER un artículo titulado "Un consejo", publicado el 31 de diciembre de 1873, en el que defendía la instrucción de la mujer y le animaba a ser regeneradora de una sociedad desencantada y titubeante. "En medio del decaimiento moral que nos rodea, hoy día apagada la llama del sentimiento, con la superstición por creencia, la mujer debe venir a salvar la sociedad (...)".

María del Pilar SINUÉS (Zaragoza, 1835 - Madrid, 1893) dirigió su revista EL ÁNGEL DEL HOGAR y sus novelas, cargadas de sensiblero romanticismo y remilgada pedagogía, a la reprensión de las "inocentes jóvenes de clase media". En el prólogo de su libro Estudios acerca de la educación de la mujer, escribía: "No pertenezco yo al número de las que creen que las mujeres debemos legislar en los congresos y dictar sentencias en los tribunales; sino que antes bien me parece que la misión de la mujer debe ser realizada en el interior del hogar doméstico". SINUÉS creía necesario que la mujer fuera educada "en relación al fin social que está llamada a cumplir; es necesario que el sentimiento inteligente de la mujer alcance, aunque por otro camino, los mismos grados de elevación que la cultura intelectual del hombre". Y terminaba con una confesión. "No soy yo de las que abogan por la emancipación de la mujer, ni aun entro en el número de las personas que la creen posible: espíritu débil, creo que toda la fuerza de mi sexo consiste en la bondad, en la virtud, en el amor (...)".

Para COSTA la educación era primordial para salvar a España. Y así lo afirma en su discurso ante la Liga Nacional de Productores: "La escuela y la despensa, la despensa y la escuela: no hay otras llaves capaces de abrir camino a la regeneración española; son la nueva Covadonga y el nuevo San Juan de la Peña para esta segunda Reconquista que se nos impone, harto más dura y de menos seguro desenlace que la primera, porque el África que nos ha invadido ahora y que hay que expulsar, no es exterior, sino que reside dentro, en nosotros mismos y en muestras instituciones, en nuestro ambiente y modo de ser y de vivir". Sin embargo, a la mujer aún le quedaban muchas batallas por ganar.

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