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El cáñamo en Calatayud en el siglo XVIII,
los canónigos José Sanz de Larrea
y Mariano Lozano Serrano

FRANCISCO TOBAJAS GALLEGO | El cáñamo (Cánnabis sativa) es una planta textil de la familia de las urticáceas, dioica y de ciclo anual, que fue cultivada por su fibra larga, suave y fuerte, para ser utilizada para tejidos o para la fabricación de cuerdas.

Antigüedad

El cáñamo gozó de enorme importancia en Calatayud y Daroca. Según Asso1, el cultivo del cáñamo era muy antiguo en Calatayud, pues según una sentencia arbitral de 1342, los moriscos de la morería de Terrer fueron condenados a pagar la décima de este género. En el "Libro Chantre", confeccionado en 1382 por mandato del obispo don Pedro Calvillo, sólo figuran pagando diezmos del pan y filazas (cáñamo y lino) las aljamas de las morerías de Morés, Saviñán y Terrer, que se repartían por un igual el obispo de Tarazona y el deán y canónigos de Santa María la Mayor de Calatayud2.

Monterde3 escribe que el cultivo de esta planta asiática, que no conoció Marcial, pues no hizo de ella mención alguna, no tuvo incremento hasta finales del siglo XV, "en que se disputó su dezmario", y llegó a tanto aumento en el XVII, que las Cortes de 1626 celebradas en Calatayud establecieron el Fuero de la Saca de Cáñamo, contraviniendo su política de prohibición de la salida de las cosechas del reino. Según Asso4, en el arancel de 1627 el aceite y el cáñamo se cargaron con el 10% de derecho de aduanas. En el fogaje de 1495 aparecen censados en Calatayud cinco sogueros5.

El Concejo de Calatayud elaboró en 1607 un Estatuto de Cáñamo y Sogueros6, que revela la importancia de este cultivo, que lleva aparejados numerosos oficios relacionados con el cáñamo, como alpargateros, cordeleros y sogueros. Para evitar fraudes, el Concejo designaba a dos veedores de cáñamos para que controlaran entonces a una veintena de talleres dedicados a la confección de cuerdas y sogas. Además, el Concejo nombraba diputados para que establecieran las condiciones en la confección y venta de sogas y cuerdas, pues era frecuente la mezcla de diferentes calidades de cáñamo. Las sanciones imponían la quema del cáñamo adulterado y tres días de cárcel, además de una multa7. Según Vicente de La Fuente8, el cultivo del cáñamo tuvo gran aumento y mejora en Calatayud y su partido durante el reinado de Fernando VI (1746-1759), gracias al impulso que habían dado a la marina de guerra y a la mercante los ministros Patiño y Ensenada. Las hilazas y cordelería de Calatayud salían, principalmente, para el arsenal de Cartagena, por ello en Calatayud quedaba un comisionado del Gobierno para la compra de cáñamo, que entonces no era inferior al de Rusia.

En el número del Memorial Literario de marzo de 1789, apareció un artículo titulado: "Facilidad de la propagacion del cañamo", en el que se hablaba de su cultivo en varias provincias españolas. En él se decía que su cultivo en Zaragoza era muy favorable, gracias a las aguas del Canal Imperial, que habían llegado a la ciudad en 1784. Y continuaba: "el terreno de Zaragoza es fertil y muy benigno para abundar en cáñamos; y muy facil para sostener las mejores fábricas de texidos, Lonas y Jarcias, y comunicarlas por Ebro, á Cataluña, y las Islas Baleares". Y terminaba: "Este fruto tan necesario á la vida, y la honestidad, debe ser atendido como objeto de primera necesidad, y porque compone la mejor parte de los utensilios para fomento del comercio, y servicio de la Marina en defensa del Estado". El cultivo del cáñamo ya fue recomendado por Bernardo de Ulloa en su obra de 17409.

Según el intendente Antonio Ximénez Navarro, la cosecha de cáñamo de Aragón en 1787 había ascendido a 164.967 arrobas, aunque los pueblos no decían toda la verdad "por el temor de nuevas contribuciones", siendo frecuente "rebaxar una quarta parte del producto verdadero"10. Asso escribía que salían para las fábricas de lonas y cuerdas de los arsenales de la Real Armada 30.000 arrobas al año y para otras provincias de 12 a 14.000 arrobas. Monterde apuntaba que la vega de Calatayud tenía 13.628 hanegadas de regadío, de 45 varas en cuadro cada una, que hacían 12.025 en superficie. Con el Jalón se regaban 4.037, con el Jiloca 4.747, con el Perejiles 2.257, con el Ribota 1.353 y 1.234 con riego de balsa. Se destinaban a cáñamo y hortalizas 9.367, cogiéndose en ellas regularmente unas 50.000 arrobas de cáñamo. Según Monterde, las tierras de Calatayud y del Jiloca hasta Villafeliche, eran las mejores para el cáñamo, pues se habían formado de las descomposiciones de los montes de yeso. "En Huérmeda, Campiel, Sabiñán, Paracuellos, Morés y Morata de Jalón se crían de mejor uso para telas y se estiman regularmente dos reales en arroba más que el de Calatayud"11.

Según Asso, el Jalón y el Jiloca regaban 24.000 hanegadas, estando la tercera parte de ellas destinadas al cultivo del cáñamo, resultando 8.000 hanegadas, que con una cosecha media de 10 arrobas por hanegada, resultaba una producción de 80.000 arrobas.

En 1788, José Canga Argüelles escribía que Aragón producía 615.300 varas de tejidos finos y 598.582 de ordinarios de lino y cáñamo, sin señalar lo que correspondía a cada uno12.

En el censo de 1799, Aragón aparece con 544 obradores de sacos, con 1.483 operarios, 102 de trenzaderas, con 89 operarios, y 315 de maromas y cordelería, con 628 operarios. Las cordelerías se situaban en Zaragoza, Huesca, Barbastro, Alcañiz, Peñarroya, Calatayud, Ateca y Graus. "Las manufacturas de alpargatas, marragas, talegos y costales son de mucha consideración en este Reyno por el cáñamo que consumen y la gente que ocupan"13.

Fábricas y comercio

Monterde aseguraba que en Calatayud y en otros lugares había muchos telares de lienzos bastos de cáñamo y lino, mientras que "la fábrica de marregas, cuerdas, arreos de bestias de carga, talegas y alpargatas es muy antigua en la ciudad, mantiene mucha gente distribuida en los oficios de talegueros, alpargateros y sogueros"14.

Asso escribía que aunque "la huerta de Calatayud es adequada para todo género de frutos, lo es peculiarmente para cáñamo, en cuyo cultivo se distingue la industria de aquellos labradores. Con este beneficio llega á una altura considerable, y adquiere una hebra tan fuerte, que excede en robustez á los cáñamos del norte; por cuya razon es justamente preferido en los Arsenales del Rei para la fábrica de cables, xarcias, y lonas"15.

Monterde escribía que en 1751 se había establecido una comisión para acopiarlo para las fábricas de El Ferrol y Cartagena, que había continuado hasta entonces. "Las industrias para aprovechar el cáñamo se reducen a hilazas gruesas, y de muy antiguo se hallan formadas con ordenanzas particulares los gremios de tejedores, alpargateros y sogueros; se despacha mucho rastrillado y la mayor parte en bruto"16.

Antonio Ponz17, escribe refiriéndose a la vega del río Jiloca en Daroca: "Se crian en dicha vega cáñamos en abundancia y de muy buena calidad, con que podrian establecer fábricas de lona para la Real Armada, con mucha mas economía que llevándolos al Ferrol como los llevan, y lo mismo se puede decir de dicha abundante cosecha en Calatayud".

Plácido Correa, teniente de Fragata, había llevado a cabo por orden del rey un examen referido al cáñamo de Aragón en 1778. La cosecha ascendía entonces a 111.132 arrobas castellanas. Para consumo se destinaban 29.400 arrobas, comerciando las 81.732 arrobas restantes. Este cáñamo sobrante que era "de uso indispensable en la marina, debería haber abierto los ojos á los naturales que pueden sacar del beneficio de esta materia"18. Arteta escribía que en varias ocasiones se había solicitado el establecimiento en Calatayud de fábricas de lonas y cordajes, aunque sin éxito. Y pedía el establecimiento de una compañía formada por los hombres más acaudalados de la ciudad, para que invirtieran en este negocio, pues en breve tiempo los gastos habrían de ser recompensados. Entonces "sus preciosas lanas, sedas, y cáñamos se ven salir á maniobrarse fuera, para volver á entrar despues beneficiadas, y vestir á los mismos que las vendieron"19. Este "comercio pasivo y perjudicial", no servía más que para enriquecer a los extranjeros. Todo esto ocurría por "el poco aprovechamiento de un terreno fértil, el descuido en el cultivo de las tierras y en el beneficio de las materias que nos ofrece"20. Las tierras estaban desaprovechadas, por falta de consumo y exportación, y los caminos eran malos. Arteta pensaba que "la agricultura sin el socorro del comercio es muy limitada en su efecto esencial, y nunca llega á su punto de perfeccion"21.

Monterde escribía de sus paisanos: "El genio de estos naturales no es de trajineros, de fuera vienen a buscar lo que sobra y traen lo que falta. Los castellanos llevan el vino y frutas y traen los granos. Los de tierra baja traen el aceite y jabón que tiene salida a Castilla. Los géneros ultramarinos los conducen de Vizcaya y de Navarra los de Ciria y los de Borobia y cargan el cáñamo para el Ferrol"22. A la vuelta traían a Calatayud el congrio curado, un pescado sólo conocido en tierras de Calatayud y Almazán, que goza de gran estima en la cocina bilbilitana.

Arteta aseguraba que en los puertos americanos, además del gran consumo de jarcias y lonas, eran estimadas las cuerdas de cáñamo de un dedo de grueso.

Miguel Dámaso Generés se preguntaba con razón: "¿Qué obstáculo, hay para el establecimiento de fábricas de lona y cordaje de todo género, y de telas finas, empleando las ciento y once mil arrobas de finísimo cáñamo que producen los terrenos feraces de Calatayud, Borja y Barbastro, y los linos de óptima calidad de que presentemente goza, y puede aumentar?"23. Para Generés solamente crearía riqueza "el cáñamo manufacturado en lonas, jarcias y gumenas, en liencería, asi ordinaria, como fina y superfina, en telas pintadas y enceradas"24. Por eso si "es dificil que florezca en un País la agricultura estando en él poco florecientes las artes, y las fábricas; lo es mucho mas que vea en buen estado su agricultura, sus fabricas, y sus artes sin un activo y bien regulado comercio"25.

El 23 de abril de 1778 se emitió una real cédula por la que se concedía a todas las fábricas de lonas, lonetas, tejidos de lino y cáñamo las franquicias contenidas en el real decreto de 18 de junio de 175626. La Clase de Artes de la Sociedad Económica Aragonesa decidió que se debía recurrir al Rey para que retirase el impuesto de la alcabala de los fabricantes aragoneses de manufacturas de lino y cáñamo, como se concedía a los castellanos, pero la Junta General de la Sociedad desechó de momento la propuesta. En 1780 se refrendó este texto por la real cédula de 28 de enero. La Económica Aragonesa decidió comisionar a la Clase de Comercio, para que incitara a los gremios de cordeleros de Calatayud, Daroca, Teruel, Borja, Tarazona y Cinco Villas, y reclamasen para ser incluidos en el privilegio27.

Fábrica de lonas

En Calatayud las manufacturas de cáñamo eran numerosas y por ello en 1781 el canónigo de Santa María y socio de la Real Sociedad Económica, Juan José Alagón, presentó un informe al respecto, que la Junta General decidió enviar a la Clase de Artes para que sacara conclusiones. En el acta del 3 de agosto de 1781 se daba cuenta de una carta del canónigo Alagón, sobre una fábrica de lonas establecida en Calatayud, que había sido enviada a la Clase de Comercio, de la que más tarde tuvo conocimiento la Sociedad. Entonces se acordó devolverla a la Clase de Comercio "para que examinando el asunto y procurando por todos los medios posibles promover semejantes fábricas y diga su dictamen a la Junta General". La Clase de Comercio deseaba saber el tipo de peines que se empleaban, las condiciones que la fábrica había obtenido del ministro de Estado y del Director General de Correos, además de su situación real. Ya en el acta del 30 de junio de 1780, Ramón Amat de Mauleón y Osorio expresaba que el conde de Sobradiel le había recomendado que protegiese a Antonio Tomás y "oyese sus pensamientos y noticias sobre el fruto y cosecha de cañamo de este Reyno, y señaladamente del Partido de Calatayud". Antonio Tomás había presentado un escrito en el que manifestaba sus ideas, que podían "producir buenas consecuencias", y que la Sociedad Económica acordó que se remitiese al conde de Sobradiel, para que informara a la Sociedad de su dictamen.

Por entonces la fábrica había sido instalada por los hermanos José y Antonio Tomás, vecinos de Ateca, y contaba con doce telares, siete para lonas y cinco para saquillos de pólvora. De acuerdo con el Director General de Correos de Madrid, fabricaban lonas para los paquebotes al precio de 2 pesetas (8 reales vellón) la vara castellana. Lo producido hasta el momento era de 41 piezas de 40 varas cada una, que se remitían al arsenal de Bilbao. Esta fábrica no tenía apoyo alguno por parte del ministro de Estado. La Junta General de la Económica escribió al ministro de Marina, consiguiendo la salida de lonas, porque la fábrica era útil al Estado, por trabajar muchos operarios de ambos sexos, y favorecía el comercio y el cultivo del cáñamo en Calatayud.

En junio de 1782 los socios Francisco Foncillas, Joaquín Mateo, prior del Santo Sepulcro, Estanislao García de Vera, José Pujadas, capitán del ejército agregado a Calatayud, Miguel Monterde, canónigo del Santo Sepulcro, y Juan José Alagón, escribieron a la Económica avisando del cierre de la fábrica, a instancias de los tejedores, en cuyas ordenanzas se prohibía crear obradores y fábricas que no estuvieran regentadas por los maestros del gremio. La Junta General intervino escribiendo al capitán general, para que ordenase al alcalde mayor de Calatayud que observase con prontitud el contenido del Plan Gremial, aprobado por el Consejo de Castilla. Pero el alcalde se mostró reacio hasta que no tuviera noticias del Plan Gremial. Mientras tanto los socios de Calatayud se dirigieron a la Sociedad Económica Matritense, contando lo sucedido con la fábrica de lonas. Gracias a su intervención, el Consejo de Castilla emitió una carta orden firmada por P. Escolano de Arrieta y dirigida a la Real Sociedad Económica Aragonesa, y luego al corregidor y al alcalde mayor de Calatayud, para que bajo ningún pretexto de ordenanzas gremiales, se impidiera a Antonio Tomás mantener abierta la fábrica de lonas, ayudándole en cuanto pudieran las autoridades y la Económica Aragonesa28. A raíz de esta carta orden del Consejo de Castilla, el corregidor de Calatayud cambió de opinión e incluso felicitó a la Económica por su intervención.

El 29 de julio de 1782 el canónigo de Santa María de Calatayud, Juan José Alagón, escribió a la Económica Aragonesa para pedir su intervención en el tema de la fábrica de lonas. En la carta decía: "Este Acde es un ignorante y un loco. Ha cometido mil atropellos solo por pensar que se le burlan". Alagón escribía que, según su parecer, la Económica debía pedir "á los socios de esta un informe exacto del estado de esta fábrica, circunstancias de los Fabricantes despacho de sus manufacturas, estorbos de la Fabrica, y de qto pudiera convenir para hacer ver al Consexo como intentar impedir un establecimiento util los q debieran fomentarlo". Sugería que se podía pedir la renovación del alcalde mayor, por otro "mas observante y celoso". Y remataba: "Si esto no se hace y mas si continua por sus negociados, aburriran por mil indirectos á los Fabricantes, y nos aburriran á todos"29.

El 1 de agosto de 1782, José Sebastián y Ortiz enviaba al marqués de Ayerbe, director de la Económica Aragonesa, y de orden del Real Acuerdo, copia de la respuesta del fiscal, "sobre el contenido de la representación", que el marqués de Ayerbe había presentado el 11 de julio al presidente de la Real Audiencia, "la que se sirvió remitir al Real Acudo, con una copia de la resolucion del Supremo Consejo de primo de Julio", relativa a la fábrica de lonas, "para que no se le embaraze el uso, y fabrica de ellas, por el Gremio de Texedores de la Ciud de Calatayud, para que se le ampare y protexa en el establecimto y uso de esta fabrica, auxiliandole en quanto fuese posible". Con fecha del 22 de julio de 1782, el fiscal de lo criminal de la Real Audiencia, por ausencia del de lo civil, decía "que las ordinaciones de los Gremios solo deven dirigirse, y conspirar a prefixar las mas selectas reglas para conseguir el maior, mas facil primor, y estado de perfección de los respectivos oficios, limitandose solo á este objeto sin mas mezcla, ni extension; de tal suerte, que siempre que se difundan á otro asunto extraño de este, como al de estancar respectivamente en si el genero, ó, obrar de cada oficio, y hacer de estos seguro patrimonio con perjuicio del publico, aun quando esten aprovadas por la superioridad, no deben tener fuerza, valor, ni efecto por estar semejantes estancos, y perjuicios reprobados, y abolidos por leyes generales". Las cortes de Francia y de Florencia habían abolido "de los referidos estancos, y perjuicios prohivitivos de la libertad de comercio, y manufacturas". El fiscal entendía "que produciendo este Reyno exquisitas primeras materias para fabricas de lonas, se hara un gran servicio á su Magd á el estado, y á la nacion en general, no solo el proteger la fabrica de Antonio Thomas vecino de Calatayud por quantos medios sean posibles á este Tribunal superior, sino en premeditar el modo, y medios de que se fomente, y extiendan otras iguales por todo el Reyno con entera franqueza, y libertad; siendo al efecto muy combeniente el que se haga á la Sociedad económica la invitación de que puede solicitar el referido Antonio Thomas reciva alguna copia de aprendices para el ejercicio de sus telares, á quienes cumpliendo con las reglas de aprendizaje les debera señalar algun corto diario estipendio, ó, imbitar con premios su aplicacion, de modo que se forme en la dicha ciudad de Calatayud una Escuela patriótica de Lona y Lonetas, para que concluido el aprendizaje puedan extenderse por el Reyno"30.

Según registra el acta de 20 de septiembre de 1782, se consiguió de la Real Audiencia la ampliación del permiso de funcionamiento para la fábrica de José Tomás, que era más laborioso y constante que su hermano Antonio. Los dos hermanos debían estar enfrentados, pues Antonio viajó a Zaragoza en octubre de 1782, con el fin de recurrir el permiso otorgado por la Audiencia a su hermano. El director de la Sociedad Económica, marqués de Ayerbe, intentó calmarle, pero Antonio, lleno de ira, insultó a la Sociedad Económica.

Gremios

En 1771 Calatayud contaba con doce gremios de artesanos, nueve contaban con la aprobación real, dos con la del Ayuntamiento y uno con la del ordinario eclesiástico31.

Ya en 21 de diciembre de 1776, Matías Montón y Juan Montón, veedores de la Cofradía de San Pascual Bailón del Gremio de Sogueros de Calatayud, habían pasado a casa de Paterno Ximénez y en ella habían hallado a un hijo de Bernardo Simón que estaba en el mirador de la casa "espadando cáñamo", contraviniendo las ordenanzas, pues lo hacía sin haber sido examinado. El corregidor José de Rada y Rodríguez sentenció: "prohivimos que ningun vecino, ni Avitador de dcha. Ciudad, que no esté aprobado, y examinado para rastrillar por dcho. Oficio, y Gremio de Sogueros, rastrille para casero alguno so pena de sesenta sueldos"32. Pero por aquella vez la pena se le perdonó.

La aprobación de las Ordenanzas para el Régimen y Gobierno de los Sogueros de Calatayud había tenido lugar en Madrid el 31 de mayo de 1755. Se copiaba el artículo 27 el 7 de julio de 1783, después de haber encontrado a Bernardo Simón y a Vicente Mostajo rastrillando en la fábrica de lonas, que decía: "los maestros del Rastrillo no puedan rastrillar en la expresada ciudad mas que diez arrobas de cáñamo en cada un año para cada vecino de dcha. Ciudad para el abasto de su casa y el que rastrille mas tenga de pena cien reales de plata aplicados en la forma prevenida en la ordenanza nueve"33. El 8 de julio de aquel año de 1783 se condenó a Bernardo Simón, maestro alpargatero, a 30 reales de plata y a Vicente Mostajo a 100 reales de plata y a las costas, por haber rastrillado en la fábrica de lonas. A Simón por rastrillar cáñamo sin ser maestro y a Mostajo por haberse excedido en el número de arrobas. Los dos apelaron las penas y el 10 de marzo de 1784 la Audiencia de Aragón revocaba el auto y absolvía de la condena a Simón y a Mostajo. La sentencia se notificó a la Cofradía de San Pascual Bailón del Gremio de Sogueros, que estaba fundada en el convento de San Francisco, y por equivocación también se notificó a la Cofradía de Santa Ana del Gremio de los Tejedores, fundada en el convento de predicadores.

El Gremio de Tejedores de Calatayud había denunciado a José Tomás por haber tejido estopa contra las ordenanzas. Este gremio había pedido permiso al corregidor para reconocer la fábrica de lonas "y envargar las telas q' en ella se hallasen, cuya instruccion era peculiar y propia de dcho. Gremio y sus individuos"34. A instancias de este Gremio de Tejedores, el ministro Manuel Iranzo había pasado por la fábrica el 17 de junio de 1783, embargando tres piezas de estopa. El corregidor mandó a Tomás que dentro de dos días justificase "tener facultades para trabajar y texer estopas"35. Se mandó que se vendieran los bienes embargados para hacer frente a la pena. Tomás apeló y el 19 de noviembre de 1783 se daba la sentencia en Zaragoza. "Se declara por nulo todo lo obrado por el Corregor de Calatayud con acuerdo de su Alcalde Mayor, á quienes se les priva de las costas, y las debuelvan caso de haverlas cobrado; se restituya a Josef Thomas la pena, que se la ha exigido, y todo lo que se le huviere embargado; y se declare que este puede en su Fabrica travajar Estopas, y demas conexo libremte; y se condena en las costas a todo á los dchos. Corregor, y Alcalde mayor"36.

Plan Gremial

La Real Sociedad Económica Aragonesa en Junta General había adoptado una postura intermedia, entre los que eran partidarios de suprimir los gremios, como el fiscal Campomanes, y aquellos que los consideraban cédulas básicas para la estabilidad de la sociedad. La Económica trató de mantener la estructura gremial, aunque unificando su legislación. A causa de los gremios, los industriales tenían muchas dificultades para instalarse. Los representantes de los gremios en los Ayuntamientos de pueblos y ciudades, ponían pleitos y todo tipo de impedimentos. Generés achacaba el triste estado de las artes y de las fábricas a "los gremios y uniones de los artesanos, las ordenanzas, usos y costumbres que se han introducido en ellas". Los gremios se debían "acomodar siempre á las circunstancias del tiempo, y variarse segun éstas se mudan"37.

Por ello la Económica Aragonesa redactó un plan de actuación en Zaragoza, para romper estas restricciones, pero no se pudo poner en práctica por oposición de las asociaciones gremiales y del Ayuntamiento. En él los gremios "perdían la capacidad exclusiva de decidir acerca de varias materias y quedaban bajo la tutela de la Económica, que se comprometía a modernizar todo el sector"38.

El Plan Gremial fue enviado al Consejo de Castilla en 1779, no siendo visto ni aprobado hasta 1782. Antes de su ejecución, se pasó por el Real Acuerdo de Zaragoza para que opinara, pero el asunto lo fue retrasando porque adivinaba las protestas. En noviembre de 1783 el Real Acuerdo despachó cumplimiento de la Provisión del Consejo, por la que se aprobaba el Plan Gremial39. En el acta de 23 de enero de 1784 se acordó comunicar al Ayuntamiento la existencia del Plan, pero el Ayuntamiento se negó a colaborar en su implantación, en cuanto no recibieran contestación a la representación elevada al Consejo de Castilla, según recoge el acta de 30 de enero de aquel año. El acta de 19 de marzo de 1784 señala el apoyo de la Sociedad Matritense a la actuación de la Económica Aragonesa ante el Consejo de Castilla, pero el Consejo, en Real Orden, dejaba en suspenso la facultad de aplicar el Plan Gremial de la Económica Aragonesa. Con ello la Sociedad perdió popularidad entre el artesanado de la ciudad y los gremios continuaron su vida decadente. Al no conseguir la reforma profesional, la Económica Aragonesa llevó a cabo una importante labor a favor de la artesanía y la industria, con ayudas técnicas, apoyo financiero y formación profesional40.

Nuevas dificultades

En 1783 se premiaba con 20 pesos (300 reales de vellón) al maestro principal de la fábrica de Calatayud, por una muestra que llevó a la Junta General el socio Miguel Tornos. Esta fábrica funcionó hasta 1785, cuando Juan José Alagón presentó muestras para que la Real Sociedad hiciera lo posible para venderlas. Por entonces Juan Martín de Goicoechea tenía en sus manos el encargo del Banco Nacional para surtir de tejidos al ejército41. Las lonas de Calatayud no respondían a los cinco tipos que precisaba la Armada Real para sus necesidades, por tanto era difícil su salida.

La Económica Aragonesa escribió al rey el 18 de septiembre de 1785, para pedir unas muestras de las cuerdas que se tejían en el arsenal de El Ferrol. En el acta del 21 de octubre de 1785, el director de la Económica presentó una orden del rey, fechada en El Escorial el 11 de octubre pasado y debida a Antonio Valdés. En ella se decía que se había comunicado al capitán general de Marina en El Ferrol, para que facilitara las muestras, entendiendo que "sus manufacturas podrán venderlas al comercio segun las acomode y solo la Real hacienda las comprará si fuesen de buena calidad cuando las necesite sin perjuicio de las fábricas de sus Reales Arsenales". Desde El Ferrol se "remitieron ocho retales de lona de todas suertes de las que se fabrican en el referido Departamento, las quales cotejadas con las que se texen en el pais se reconoció ser superior la calidad de estas, y la comision encargada de este asunto, prosigue sus trabajos dirigidos á vencer las dificultades que impiden el fomento de las fábricas, ó á proporcionar los medios"42. En 1788 la Sociedad Económica Aragonesa pensó proponer al ministro de Hacienda que las fábricas de lonas de El Ferrol fueran trasladadas a Calatayud, o al menos sus operarios, pero esta propuesta no se envió. Monterde notificaba en su Ensayo de 1788 que la fábrica de José Tomás, con varios telares para "surtir los correos paquebotes de América" había cerrado porque "le falló la salida prometida"43.

Máquina de agramar

Ya que la operación de agramar cáñamo y lino era una operación muy costosa, por la elevada mano de obra que empleaba, la Económica Aragonesa se preocupó de la fabricación de una máquina de agramar y consultó una lámina presentada por el socio Ramón Amat. Juan José Alagón preguntó a la Económica si podía construirse una agramadera según el proyecto contenido en una memoria enviada por el Consejo a todos los pueblos productores de cáñamo. El socio Pedro Bordet presentó un artefacto muy económico de Navarra y desde Barcelona se recibió otra máquina inventada por Manuel Bisbal, de Benicarló. Pero la Clase de Artes prefirió la máquina del Consejo de Castilla, de la que eran responsables Francisco Salvá y Campillo y Francisco Santpons y Roca, que habían publicado en Madrid y en 1784 una disertación44. La Económica Aragonesa pasó esta disertación a Luis Rancaño, para que la leyera y diera su opinión al respecto. Rancaño contestó "que la maquina construida segun las reglas de los Autores explican, puede producir las ventajas y utilidades que en su disertación se prometen"45, aunque había que corregir algunos defectos que los autores apuntaban. El dictamen de Rancaño se reseña en el acta del 11 de febrero de 1785, acordándose que se preguntara a Aznar "de los usos y ventajas de la referida maquina". Luis Rancaño dirigió la operación para construir la máquina. Para ello se buscó al artesano Francisco Miranda, al que se le dieron 500 reales de vellón por su trabajo, que comenzó en diciembre de 1786, bajo la inspección de Rancaño, para que pudiera introducir las mejoras convenientes. Se terminó en 1787 y se dejó en Zaragoza, en vez de enviarla a Calatayud, que era el corregimiento de mayor producción. Se ensayó el 17 y 18 de febrero de 1789 y se vio que la máquina no era capaz de despachar los seis quintales de cáñamo al día, y tampoco el quintal a la hora que aseguraba la memoria. No se podía agramar el cáñamo directamente, sin haberlo albercado antes, pues no se separaba bien la parte leñosa. No se evitaba tampoco la operación de espadarlo. La máquina tenía sin embargo muchas ventajas. El cáñamo quedaba mejor trabajado que con el método tradicional y el trabajo podían llevarlo a cabo mujeres y muchachos, sin demasiado esfuerzo.

Diego de Torres, secretario de la Económica Aragonesa y comisionado para informar a la Junta General, pensaba que la máquina no era adecuada para pequeños cosecheros, "acaso entregada a una persona celosa de la utilidad pública o a un grande cosechero adornado de las calidades de un buen ciudadano, podría colocarse con grande utilidad en un pueblo de abundante cosecha, exigiendo solo de los demás que quisiesen agramar la moderada paga que cubriese gastos indispensables de caballería y jornales". En esta acta del 20 de febrero de 1789, en la que el secretario Diego de Torres leyó su dictamen, se acordó que la máquina se recogiera en casa del carpintero y se preguntase a la Económica de Mallorca y a Andrés Aznar "de las resultas y estado de semejantes maquinas". Se informó también que el carpintero Miranda había presentado una cuenta, aunque la Económica le había adelantado algún dinero para la preparación del ensayo. Algunas personas que habían asistido al ensayo, dijeron que no podía haber gastado con mucho, "ni aun la mitad de la cantidad que recivió". En el Memorial Literario de octubre de 1789, en el artículo referido a las actividades de la Económica Aragonesa, antes ya citado, se hablaba de la construcción de la máquina y de los ensayos que se estaban llevando a cabo, aunque se creía que "causará considerable ahorro de jornales á los cosecheros".

La Económica Aragonesa envió carta a los corregidores de Calatayud, Tarazona y Borja para la posible ubicación de la máquina. No se envió al corregidor de Daroca, pues Domingo Mariano Traggia poseía en esta ciudad una máquina de agramar cáñamo. El corregidor de Calatayud fue contrario al envío de la máquina, pues "cedía en perjuicio de muchos jornaleros de aquel pueblo, que se mantienen en la industria de agramar por el método común"46. El corregidor de Borja tenía la misma opinión que el de Calatayud. José Puértolas y otros labradores de Huesca la pidieron para evitar los jornales y la Junta General se la cedió. El carretero Martín de Abizanda cobraba 6 pesetas diarias (24 reales de vellón), más gastos de peón y caballería, a todos los labradores que requerían sus servicios. En 1796 pasó a ser administrada por otras personas, debido a la muerte de Abizanda. La Económica Aragonesa quería que el corregidor y el alcalde estuvieran al cargo del cuidado y de la explotación de la máquina. El corregidor mostró indiferencia y el alcalde mayor de Huesca, Diego Miguel Díez, se desentendió de ella en 1796. En 1791 Rancaño fue comisionado por la Económica Aragonesa para visitar en tiempo de vacaciones la máquina "que desde el tiempo de su invencion" poseía en la campiña de Barcelona el labrador Calvet, pues la Económica Aragonesa no había quedado conforme con las noticias recibidas de las establecidas en Lérida, Daroca, Valencia y Mallorca. En el acta del 31 de julio de 1789, el director de la Económica se hacía eco de una carta del baron de Lalinde, fechada en Barcelona el 23 de julio pasado, en la que "cumplidamte satisface a las preguntas que se le hicieron sobre el estado y efectos de la Maquina de agramar cañamo y se acordó unir al expediente y tenerla presente para quando vengan las demas noticias pedidas a la Socd de Mallorca".

Rancaño habla en su informe de los autores, Salvá y Santpons, que eran individuos de mérito de la Sociedad de Medicina de París y de número de la Academia de Medicina, Ciencias Naturales y Artes de Barcelona. Debido al duro trabajo de agramar cáñamo, Salvá y Santpons pensaron simplificar esta faena con una máquina que sustituyera las pesadas mordazas o agramaderas vulgares. En 1784 presentaron estos diseños de la máquina al conde de Floridablanca, acompañados de una disertación. La máquina de Calvet era semejante a la que tenía la Económica Aragonesa, aunque Rancaño confesaba que estaba mejor trabajada y llevaba resortes en vez de un cajón de piedras. Las ventajas para los trabajadores eran evidentes, pero la máquina no agramaba diariamente la cantidad que se especificaba en el informe. La máquina agramaba al día 14 arrobas, con un gasto de 42 reales de vellón. Los cinco trabajadores que se empleaban en la máquina cobraban 30 reales y el "entretenimiento" de la caballería y de la máquina costaban 12 reales más. O sea, que el gasto era de 12 reales por quintal. Por el método tradicional, un quintal producido costaba 20 reales de vellón. Pero el cáñamo agramado en máquina resultaba más fino y resistente, por lo que se vendía más caro que el obtenido agramando a mano, sacando 10 reales y 20 maravedís más de precio. Por lo que el cáñamo de máquina, que además dejaba menor desperdicio, daba unas ganancias en relación con el tradicional de 18 reales 20 maravedís por quintal47. En el acta del 29 de abril de 1791 se vio este informe de Rancaño, acordando darle las gracias por su trabajo, al tiempo que se lo devolvían para que compusiera "la historia completa del origen y progresos de este asunto a fin de imprimirla y comunicarla al público".

Cultivo y mejoras

En Calatayud ya no se tejían lienzos finos de lino, como había ocurrido en el siglo XVII. En 1796 se llevaron a cabo unas pruebas según la obra de 1793 de Saturio Ximénez de Berdonces, titulada: Tratado para afinar el cáñamo y hacer de él el lino de mar ó de libretas, que fue publicada en Madrid en la Imprenta de Sancha, con el fin de obtener un cáñamo tan fino que se pudiese utilizar en tejidos hechos con lino. El encargado fue Jorge del Río, canónigo chantre de la catedral de Zaragoza, a quien se le envió el cuaderno de Ximénez, así como el artículo aparecido en el Correo Mercantil del mes de junio, referido a este método de refinar el cáñamo. Del Río se comprometió a redactar una memoria.

En El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos (1797-1808), se publicó este método de afinar el cáñamo, debido a Ximénez de Berdonces, en el Tomo VII, número 170, del 3 de abril de 1800. En él el autor decía que los extranjeros compraban el cáñamo, lo afinaban y lo volvían a vender por lino, ganando mucho en la operación. El método era muy sencillo. Se elegía el cáñamo de mejor calidad, cogiéndolo en sazón, pues el que se segaba verde resultaba áspero. Después de agramado se rastrillaba un poco. Para disolver la goma de la planta había que lavar bien el cáñamo. A continuación se hacían "cerros de á quarteron" atados por el medio y colocados en cestas o sobre unas celosías redondas, formando la figura de una estrella. La tina o el tonel se llenaba de agua limpia y se tenían allí diez días. Por una canilla se sacaba agua, comprobando la goma disuelta. Cuando se creía conveniente, se sacaba por la canilla el agua y se echaba otra limpia, que se tenía ocho días más. Luego se sacaban y se llevaban a lavar a un arroyo de agua limpia, para tender luego los haces con cuidado en el tendedero, con buen sol y a resguardo del aire. Luego se maceaban sobre un banco de madera con una maza sin esquinas, para no romper las hebras, o bien en un pequeño batán. Después se rastrillaban con varios rastrillos, cada vez de púas más finas. En Galicia se afinaba el lino en cuatro rastrillos, el último era muy fino y resultaba tan suave, que podía "servir para el hilo más exquisito".

En el acta del 12 de noviembre de 1779, se notificaba que el contador, Ramón Amat y Mauleón de Osorio, había llevado unas muestras del cáñamo albercado en Cataluña y del que se albercaba al estilo de Aragón, con hilazas muy finas de una y otra muestra, obtenidas "con ciertas operaciones", que explicó en una memoria que leyó en borrador. A la Económica le "pareció muy bien", resolviendo que cuando el autor lo trajera en limpio, se pasara a la Clase de Agricultura para su examen.

En el mismo Semanario de Agricultura y Artes aparecieron varios artículos dedicados al cultivo del cáñamo, que habían sido extractados del Diccionario de Agricultura48. La semilla para plantar no debía pasar del año. Monterde aseguraba que los mejores cañamones eran los de Villa Cadima, término de Fuentes de Jiloca. Eran "pequeños y negrillos y duros, tanto que las aves con suma dificultad pueden romper la cascarilla". Algunos labradores los traían de Daroca y de Tarazona. En estos lugares se regaban con aguas delgadas. Como en Calatayud y en el Jiloca se regaban con agua más gruesa, las semillas eran de cascarilla más blanda.

En la sesión del 15 de abril de 1796, el director de la Económica dio cuenta que, por encargo de la Sociedad y a instancias de la Clase de Agricultura, se había pedido un cahíz de cañamones de Granada. Y estando ya a disposición de la Sociedad, el director expuso la conveniencia de distribuirlos gratuitamente entre algunos labradores de Zaragoza y de Aragón, "para ensayarlos y dar este impulso al mejoramiento de nuestros cáñamos con la excelente calidad de los de Granada". Estando ya cercano el tiempo de siembra, el director segundo y el censor se encargaron de repartirlos. Según el acta del 22 de abril, se le envió una anega al conde de Aranda. Entonces la Económica ensayaba el modo de afinar el cáñamo para usarlo para la lencería, al modo de flamencos y holandeses. Con este fin se había visto una memoria premiada por el Consulado de La Coruña, e impresa en Madrid en 1794, en la que se recomendaban los cañamones granadinos, que eran tenidos como los más excelentes de España. Desde Épila, el conde de Aranda notificó el 20 de abril su disposición a cooperar, distribuyendo la simiente entre ocho o diez labradores de Épila, para que los sembraran en parcelas dispersas para observar y cotejar los resultados. En la Junta celebrada el 8 de julio de 1796, el censor dijo haber recibido del conde de Aranda "el vástago de cáñamo de la simiente de Granada", con una nota fechada el día anterior. Se acordó que dicho vástago se custodiara en el Gabinete de Historia Natural. El 20 de enero de 1797 se pidió al conde de Aranda el resultado de los ensayos y el 3 de marzo, el censor presentó algunas simientes enviadas por el conde, acordándose que se le dieran las gracias49.

El cáñamo requería terreno ligero y esponjado, pero de mucha sustancia. Monterde recomendaba dar a la tierra cuatro rejas antes de sembrar y una al tiempo de la siembra. Monterde escribía que en Calatayud se habían sacado hasta 20 arrobas de cáñamo en algunas hanegadas, cuando la producción media variaba entre 5 y 10 arrobas por hanegada. El estiércol bien curado era mejor echarlo antes del invierno y cubrirlo con una buena labor. Monterde decía que debía sembrarse con tempero. Aquel día se extendía el estiércol, se sembraba y se cubrían los cañamones con la reja, se desterraba la tierra, se tableaba y se hacían los cabalillos para regar. Todo en el mismo día. La comida también era muy importante "como en día de boda". Monterde añadía que la palomina secaba más la tierra y el cañamón tenía dificultad para romper la costra para nacer. El cáñamo abonado con palomina salía "bronco y de poco peso". La palomina era recomendable para las tierras húmedas, como los Codonales, Hoyas de Meli y el Recuenco del Molino, "que son tierras riales y torcales". Los agricultores habían observado que "treinta cargas de estiércol sin mezcla de palomina es el mejor beneficio", pues el cáñamo era de más peso y más suave.

Muchos agricultores tenían la costumbre de sembrar los cañamones el día de Viernes Santo. Los redactores del Semanario lo desaconsejaban porque no era una fecha fija, recomendando sembrarlos después de los grandes fríos. Si era destinado para cordajes de marina se sembraba muy claro y si era para fabricar telas se sembraba espeso. Si no llovía al tiempo de brotar, era necesario regarlos con una regadera. Una vez nacido, las mujeres y los niños lo escardaban. Si era para cuerdas, los pies se dejaban a ocho o diez pulgadas de distancia, si se destinaba para telas se dejaban a tres o cuatro pulgadas. Las cañas machos se arrancaban antes, las cañas hembras tardarían aún de tres a seis semanas en amarillear. A continuación se empozaban las cañas, para facilitar la separación de la corteza a la caña interior. Para ello era mejor el agua estancada, pues con el agua corriente se corría el peligro de las crecidas de los arroyos. No era conveniente enriar más alla de mediados de octubre, por el frío y las lluvias, y porque luego sería más difícil secarlo. Podía hacerse en un horno o secadero, aunque desmejoraba la calidad de la hilaza. Aconsejaban tenerlo empozado cinco días en julio, de cinco a ocho días en septiembre y de nueve a quince días en octubre. No convenía que el agua estuviera muy fría, pues en verano se curaba antes que en otoño. Luego se dejaba secar unos cuantos días, para agramarlo a continuación, que era labor de mujeres y niños. Las trenzas sacadas se batían con mazas semejantes a las de las lavanderas. Los redactores aseguraban que el cáñamo no perdía fuerza con los álcalis puros. También se podía curar el cáñamo en seco, evitando los inconvenientes de enriarlo. Según esta técnica había que enterrarlo en hoyas. Asso, al hablar del partido de Jaca, decía que el cáñamo más estimado se producía en la ribera del río Guarga, cuyas aguas tenían la facultad de blanquear el cáñamo, que resultaba, después de enriado, más blanco que el de otros sitios, expuesto mucho tiempo al sol y al rocío50.

En el número 86 del Tomo IV del Semanario de Agricultura y Artes, de 23 de agosto de 1798, se publicaba una carta del capellán J.P. Conde, escrita en la Peraleja el 25 de junio de 1797. En ella se describía el modo de mejorar la cosecha de cáñamo. Consistía en arrancar antes las cañas machos que las cañas hembras, pues entraban en sazón tres semanas antes. Si se arrancaban todas las cañas juntas, las cañas machos ya estarían muy secas y se romperían en la operación de agramado. A primeros de agosto las plantas machos mostraban un color dorado y ya podían arrancarse, teniendo cuidado en no dañar a las otras, aunque con un riego se remediaban los posibles daños. Esta práctica la había llevado a cabo en 1795 y 1796, y entonces todos sus paisanos seguían su ejemplo.

En el número 166 del Tomo VII del Semanario de Agricultura y Artes, de 6 de marzo de 1800, se publicó una "Instrucción sobre los medios de reconocer la buena calidad de las semillas más útiles". Los cañamones nuevos debían ser "de un hermoso color gris plateado; partiendo los granos, se vé que el meollo llena perfectamente la cascarilla; que es blanco, y que machacado suelta un mucílago blanco; en lugar de que la almendrilla de los cañamones añejos está encogida se desprende facilmente la cascarilla, y su sustancia es mas seca y no tan blanca".

El canónigo humilde

José Sanz de Larrea nació en Calatayud el 18 de julio de 1762 en la parroquia de San Miguel. Era hijo del abogado Judas y de Isabel Yus. Cuando su padre quedó viudo se ordenó sacerdote, siendo canónigo de Santa María. Su abuelo también se había ordenado al quedarse viudo, siendo presidente de San Miguel y prior del clero. En Calatayud estudió Humanidades y Filosofía con un dominico y en la Universidad de Zaragoza seis años de Jurisprudencia. En 1782 obtuvo una beca en el colegio mayor de Santiago de Huesca y en 1783 el grado de doctor en Cánones en la Universidad de Huesca, siendo rector de ella entre 1787 y 1788. En 1793 el obispo de Tarazona lo llevó a esta ciudad, pero obtuvo un canonicato en la colegiata de Calatayud, donde falleció en 1802, siendo enterrado en la iglesia de las capuchinas51.

Sanz de Larrea publicó en el Memorial Literario un "Discurso sobre el metodo facil con que se cultiva el cañamo en la Ciudad de Calatayud"52, que firma con unas iniciales que no se corresponden con las de su nombre. Generés escribía que "sería muy util de tantos escritos como hay sobre el cáñamo, componer uno que instruyera en lo tocante á la calidad del terreno por la dicha cosecha, en el método de prepararlo, en la elección de la simiente, y modo de sembrarla, y conducirla hasta su perfecta madurez: el del tiempo y manera de arrancar el cáñamo, secarlo y curarlo: en el uso mejor de tantas máquinas que hay para agramarlo, en la diversidad de peines para peinarlo, segun el objeto á que se destina; en los muchos tornos que se han inventado para hilarlo, y en las diversas obras ó manufacturas en que puede emplearse la estopa, y medio estopa, el comun, y florete de lonas y cordaje de todo género de telas comunes y bastas, finas y superfinas, y en el modo de blanquearlas, como lo hacen los estranjeros en Olanda, Francia, Silesia, Milán, etc"53.

El trabajo de Larrea trataba del cultivo, de la industria y del comercio del cáñamo. Larrea escribía que la tierra más apta para el cultivo del cáñamo era la suelta y de "alguna miga". En noviembre ya se movía la tierra, operación que se realizaba seis veces o más. El abono era muy importante. Para cada hanegada harían falta de diez a doce cargas de estiércol, siendo recomendable incorporarlo a principios de invierno. La simiente la traían de la ribera de Daroca y se sembraba igual que el trigo, o sea, un cahíz por yugada. Esta labor se llevaba a cabo a últimos de marzo o primeros de abril. Luego se pasaba por todo el campo una tabla tirada por bestias con un hombre encima, con el fin de deshacer los terrones y cubrir mejor el grano. De cada semilla sólo nacía una mata. El cáñamo necesitaba del riego y de la eliminación de las malas hierbas. Hasta últimos de junio crecían las plantas y un mes más tarde llegaban a su sazón y se arrancaban. Larrea decía que en Francia y en otros lugares se arrancaban las plantas una a una, separando las cañas machos y las cañas hembras. En Calatayud no se hacía porque la "espesura con que se crian lo hace impracticable". Se cogía a mano, recogiendo cuántas matas se pudieran abarcar en una mano. Se juntaban en manadas, atándose con una mata, y se tendían en tierra, por líneas y en orden. A los cinco días se abrían las manadas y se sacaban las matas del centro. Una vez secas las hojas y las espigas, se sacudían en tierra y se cogían en grandes haces ligados con juncos, que se iban a buscar a cinco leguas de la ciudad. A continuación se llevaban a la poza donde se cocían. En cada poza cabían por lo general hasta trescientos haces, aunque con sólo seis haces la carga ya era muy voluminosa. Se apretaban bien en la poza, sin dejar huecos, colocando unas piedras encima para que no los levantara el agua. El agua debía entrar y salir continuamente de la acequia, para evitar que se corrompiera. Se debía vigilar de día y de noche para que no entrara en la poza agua turbia, porque entonces el cáñamo se mancharía. Marcandier prefería el método de cocerlo después de arrancado, todavía con hojas, pero las hojas iban a manchar los haces de cáñamo, como se había experimentado si llovía cuando estaba arrancado en el campo. Para conocer la sazón se hacían catas, quebrando algunas cañas, para comprobar si las hebras se separaban bien de la corteza. El tiempo de albercado era variable. Después se procedía a la "sacada". En julio y primeros de agosto hacían falta ocho días de albercado, pero más tarde de agosto se precisaban más de veinte días. En el arrancado y albercado, además del jornal, se daba a los trabajadores "el gasto", "de modo, que son sus mejores fiestas". El trabajo sólo duraba hasta mediodía, "porque nuestro genio no sufre trabajo lento, y el es de calidad que no puede tolerarse al estilo que acostumbran por largo rato".

Tras el albercado, los haces se desliaban y se lavaban las manadas con agua corriente y limpia. Luego se cargaban en caballerías y, sin apretar, se llevaban a cualquier campo cercano para extenderlo. Esta operación se hacía con gran celeridad, con los hombres metidos en la alberca a medio cuerpo. Tras unas horas se les daba la vuelta y a la noche se recogían en fajos grandes. Luego se llevaban a las eras de trillar mieses y se amontonaban en "faginas" grandes, con dos vertientes en disminución, sujetas con "ligaza" de mimbres, para evitar que se los pudiera llevar el aire. Allí quedaban todo el invierno. Sanz de Larrea dejaba para otra ocasión la operación del agramado, espadado, rastrillado y las diferentes maneras de tejer el cáñamo, aunque añadía que para los arsenales del rey salián cada año unas 80.000 arrobas de cáñamo. Larrea escribía: "es no solo loable sino digna de admirar la aplicacion y esmero de estos labradores, á quien la necesidad y sus propias luces las han puesto en tal punto de perfeccion en el cultivo y labranza, que pueden dar leccion á quantos se empleen en esta parte de la Agricultura". En Calatayud las matas alcanzaban tal altura en heredades bien cultivadas, que un hombre de buena estatura no llegaba con el brazo levantado a alcanzarlas.

Larrea apuntaba que con la "agramiza o leña de nuestros cáñamos indistintamente" se fabricaba el carbón para la pólvora. Marcandier decía que en Francia y para este menester, las matas de cáñamo se criaban solitarias y a propósito, con lo que Larrea pensaba que el cáñamo francés era de inferior calidad al de Calatayud, pues aquí se hacía cada día o para las últimas guerras en medio del campo, "sin mas artificio que el aliño y tino de los Fabricantes, adquirido en su exercicio".

Un canónigo ilustrado

Mosén Mariano Lozano nació en Paracuellos de la Ribera, siendo bautizado el 12 de octubre de 1745. Su partida de bautismo se encuentra en el Libro 4º (1730-1750), folio 223 r., del Archivo Parroquial de Paracuellos. Era hijo de Manuel Lozano Ratia y de Isabel Ana Serrano Embid, de Herrera de los Navarros, que habían casado en la parroquia de Paracuellos en 1743, teniendo al menos cuatro hijos. Mosén Mariano Lozano había estudiado en Calatayud Humanidades y Filosofía, que defendió en un acto mayor de conclusiones, que dedicó al doctor Guillermo de Borbón, arcediano de Aliaga, dignidad de la Metropolitana de Zaragoza. Cursó más tarde Teología en la Universidad de Zaragoza y cuatro años de jurisprudencia canónica54. Su partida de defunción se encuentra en el Libro 8º (1834-1851), folio 5 v., del Archivo Parroquial de Paracuellos de la Ribera. Mosén Mariano Lozano murió el 4 de noviembre de 1836, a los 91 años, siendo canónigo de la colegiata de Santa María de Calatayud. Había testado en 1821 con el escribano de Saviñán Ramón Lafuente, dejando por su alma, funeral y "otras obligaciones" 300 libras jaquesas. Al día siguiente fue enterrado en el cementerio parroquial. Firma la partida mosén Gaspar Gumiel.

Generés escribía que los eclesiásticos "como miembros del cuerpo de la sociedad, deben cooperar á su felicidad y conservacion, sin que esto se degrade y tizne su dignidad, y sagrado ministerio". Y se preguntaba: "¿Será podo decente á su ministerio el exôrtar á todos al exâcto cumplimiento de las obligaciones que impone el mismo sér de miembros, y el instruirlos en todo lo perteneciente á la industria popular? ¿No será esto cumplir con las Obras de Misericordia, tan recomendadas por nuestro Redentor, y tan propias de la humanidad? ¿No será enseñar al que no sabe, vestir al desnudo, dár de comer al hambriento, desterrando la mendiguez? ¿Quánto pueden contribuir al dicho fin los curas de Almas, principalmente en los Lugares y Aldeas pequeñas, y pobres, en que tanta autoridad tienen sobre los animos de sus feligreses, que oyen sus consejos y exôrtaciones con sumo respeto y veneración? ¿Quán facil les es, aunque no sea sino para evitar la ociosidad suya, y la de ellos, el instruirlos, animarlos, y reducirlos á aprovechar para el riego las aguas de las fuentecillas, que corren derramadas sin provecho alguno, á abrir novales, á hacer de cultivo los terrenos barbechos y yermos, á hacer plantíos de arboles, á transportar fuera el sobrante de sus producciones, y á ingeniarse en aquellas artes y labores para las quales les dán mayor proporción las circunstancias de su Aldea y Lugar?"55.

En un artículo publicado en el Memorial Literario se decía: "El Sacerdote á mis ojos debe ser el hombre mas ilustrado, el ciudadano mas distinguido, y el christiano mas religioso. Con todos estos respetos debe como los demas de la sociedad civil acudir al bien del Estado, y al de los particulares individuos, que le ayudan, asisten, y mantienen para vivir tranquilo; y en fin, como sacerdote, es un ciudadano respetable, que el Estado honra, y sustenta para conservarse como católico; y que la Religión destina á la santificación de las almas. Confundir estas cosas, sería introducir la anarchia y la confusion". El cura de almas debía "trabajar por el bien espiritual de sus próximos; y en el tiempo que le dexen libre sus funciones, dedicarse al auxilio temporal de sus ovejas", pues debía "ayudar al próximo, y al Estado, de que es miembro". Si las "Sociedades Económicas pueden conseguir los conocimientos prácticos de las producciones, industria, aumento ó decadencia de los pueblos y sus causas. Si los curas son sus socios, y tienen algún conocimiento de la Historia Natural, darán á estas Sociedades, noticias puntuales y exactas, sin omitir rincon alguno de sus Parroquias"56.

Según el acta del 19 de octubre de 1781, mosén Mariano Lozano, Beneficiado de la parroquial de Paracuellos de la Ribera, fue admitido aquel mismo día como socio de la Económica Aragonesa, a proposición de su director, el marqués de Ayerbe. El archivo de la Económica Aragonesa guarda una carta de Mariano Lozano, fechada en Paracuellos el 24 de noviembre de 1781 y dirigida al secretario Diego de Torres. En ella Lozano pedía disculpas por la tardanza en contestar, debido a una indisposición. Confesaba haber recibido el título de socio y un ejemplar de los Estatutos. Lozano daba las gracias por el nombramiento "ofreciendo a la Rl. Sociedad se sirba mandarme, en lo que tubiere por conbeniente por este pais, que lo hare gustoso en cumplimiento de tan util y celosa institucion"57.

Lozano tradujo en 1784 el Tratado del cáñamo, del agronomista francés Marcandier, que fuera impreso en 1755. Su manuscrito nunca fue editado y tampoco se conserva en los fondos de la Real Sociedad Económica Aragonesa. Manuel Rubín de Celis lo tradujo y lo editó en 1774. En el mismo volumen y a modo de apéndice, Rubín incluyó su Discurso sobre el modo de fomentar la industria popular, que sería el texto base, copiada casi literalmente de la obra del mismo título publicada por Campomanes58. Hemos encontrado un ejemplar de 1774, debido a la imprenta de Antonio de Sancha, en la Universidad Autónoma de Barcelona59.

A raíz de un pleito sobre los bienes de una capellanía, conocemos algo más de mosén Mariano Lozano y de las labores que recibían entonces los cáñamos en Paracuellos. El 15 de julio de 1716, mosén Pedro Lozano, vecino de Madrid, había hecho testamento, fundando una memoria de Patronato de Legos, con la obligación de celebrar doscientas misas anuales en sufragio de su alma y la de sus padres, Jaime y María García. Como primer administrador nombraba a su sobrino Bartolomé Lozano, clérigo de menores órdenes, hijo de su hermano Manuel, que casó en 1678 con Magdalena Ibáñez. Como patrones nombraba al vicario y a los dos beneficiados más antiguos de la parroquia de San Pedro de Paracuellos. Los futuros administradores serían los descendientes de Jaime y María García, eligiendo siempre la línea de varón y al sacerdote más pobre. Para ello dejaba algunas fincas:

-Heredad en la Hoya, término de Paracuellos, de cuatro hanegadas, lindante con la acequia alta, senda de Herederos, olivar de la parroquia y huerto del testador, que fue de María Sánchez, viuda y vecina de Aluenda.
-Olivar llamado el Zafranar, término de Paracuellos, de fanega y media, confrontante con camino real, acequia de enmedio y olivar de la iglesia de Embid.
-Olivar en la vega de Paracuellos de dos fanegas, confrontante con heredad de la Religión de San Juan y olivar de Francisco Cuenca.
-Olivar en Carcenique, término de Paracuellos, de fanega y media, confrontante con olivar de Diego Muñoz por dos partes y camino real.
-Huerto en la Hoya de fanega y media, confrontante con heredad de Ana Ibañez.
-Por el testamento se pedía una viña en tras San Roque, que había sido comprada a mala fe por mosén Juan Pérez, beneficiado de Embid, de la que no tenía título. Decía que debían pedirle seis ducados por cada año que la hubiera disfrutado.
-Unas casas que había comprado a los herederos de mosén Lorente en Gallopié, que antes lo habían sido de Domingo Crespo.

El 12 de octubre de 1717, el vicario de San Pedro, mosén Juan Morales, escribió a mosén Pedro Lozano a Madrid, porque la heredad de la Hoya y la viña se las había dado a su hermano Manuel Lozano. El 20 de octubre le contestó mosén Pedro Lozano desde Madrid. Estaba enfermo y no recordaba la donación hecha a su hermano, pero la memoria que quería fundar podía ser del resto de los bienes y en vez de las doscientas misas, podían ser sólo cincuenta. El vicario de San Pedro le pidió en otra nueva misiva que hiciera escritura de codicilo del resto de los bienes, pero cuando la carta llegó a Madrid, mosén Pedro Lozano ya había fallecido. A su muerte, los patrones nombraron a Bartolomé Lozano, para que, cuando fuera presbítero, dijera las cincuenta misas por las almas del fundador y de sus padres. Bartolomé debía dar anualmente ocho reales de plata al vicario de Paracuellos, para decir una misa rezada. Como los bienes de la capellanía fundada por mosén Pedro Lozano no eran congrua suficiente para el sostenimiento del capellán, Bartolomé Lozano añadió una heredad de tierra blanca en la Hoya y un olivar de dos hanegadas, confrontante con olivar del Capítulo de Embid, senda de Herederos y acequia alta, y una viña en Arenillas de una yugada, confrontante con camino real y montes blancos.

Hermanos de Bartolomé fueron: Ana María, que casó con Miguel Cabrera, de Belmonte, Isabel, mosén Pedro, Magdalena, que casó en 1713 con Miguel Pérez, y Martín, que casó en segundas nupcias con Clara Ratia. En 1718 nació Miguel Pérez Lozano, hijo de Miguel y Magadalena. Hijos de Martín fueron Joaquín, que casó con Teresa Cuenca, y Manuel que casó con Isabel Ana Serrano. Hija de Joaquín y Teresa Cuenca fue Joaquina, nacida en 1752, que casó en 1773 con Miguel Pinilla, de Sestrica. Mosén Mariano Lozano y Serrano fue el primer varón de Manuel e Isabel Ana Serrano.

Estos bienes de la capellanía pasaron a ser administrados por Martín Lozano, hermano de Bartolomé, y a su muerte pasaron a su hijo Manuel Lozano, que falleció el 21 de junio de 1797, a los 80 años. Entonces se hizo cargo de los bienes su primer hijo varón, mosén Mariano Lozano, pero Miguel Pérez Lozano los reclamó para sí, por creer que gozaba de más derechos que mosén Mariano. Y el 30 de julio se le nombró capellán. Protestó mosén Mariano Lozano y el corregidor de Calatayud mandó que se le restituyeran los bienes para que "los tenga, goze y usufructe". Miguel Pérez apeló y la sentencia del corregidor fue revocada. Con fecha de 11 de mayo de 1798, la Real Audiencia mandaba que se restituyeran los bienes a Miguel Pérez, reservando el derecho a mosén Mariano Lozano y a su primo Miguel Pinilla. Pero mosén Mariano Lozano tenía registrados algunos gastos de sacar acequias, labrar la viña, podarla, morgonar (echar los sarmientos para que arraiguen), descubrir las cepas, sarmentar, dar tres riegos a las heredades y de roturas de las acequias. El cáñamo plantado en la pieza de la Hoya y en los olivares había necesitado nueve rejas para preparar la tierra, a una libra por reja, tres cahices de palomina, a dos libras cada una, catorce medias de cañamones, que eran doce libras y doce sueldos, tres vueltas para sembrar y envolver los cañamones, a libra cada una, extender el fiemo y hacer los cabalillos, tres peonías de regaderas y cuatro riegos, a seis sueldos cada uno. Por tanto se hizo un prorrateo. Mosén Mariano Lozano pidió que se computara para el olivar de Navidad a Navidad, para el trigo de 15 al 15 de agosto y para el cáñamo de julio a julio, pues en tierras fértiles se levantaba el cáñamo y el trigo, sembrándose judías y panizo, que se recolectaban para Todos los Santos. Pero Miguel Pérez no estuvo de acuerdo. Las dos partes presentaron a varios testigos. Lozano presentó en 1799 a José Gracián, Martín Chueca y Juan López, todos de Saviñán, que defendieron su opinión. Miguel Pérez presentó a otros testigos de Paracuellos y de Saviñán, que aseguraron que la recolección de la aceituna se prolongaba hasta mitad de marzo, por lo que debía computarse de abril a abril, mientras que las tierras blancas se computaban de Todos los Santos a Todos los Santos. Y el 13 de diciembre de 1799 se resolvió que el cultivo de la oliva se computaría de abril a abril, y el cáñamo y otros frutos de Todos los Santos a Todos los Santos, por lo que se repartieron los gastos e ingresos ya en 1801, después de continuos desacuerdos. En 1802 Miguel Pinilla demandó al capellán Miguel Pérez, aunque sin éxito60.

NOTAS

1. Ignacio de Asso: Historia de la Economía Política de Aragón, Zaragoza, 1798, Guara Editorial, Zaragoza, 1983, p. 84.
2. Ovidio Cuella: "Los mudéjares de la Comunidad de Calatayud a fines del siglo XIV y comienzos del XV", II Encuentro de Estudios Bilbilitanos, Centro de Estudios Bilbilitanos, Calatayud, 1989, pp. 213-214.
3. Miguel Monterde y López de Ansó: Ensayo para la descripción geográfica, física y civil del Corregimiento de Calatayud, 1788, Edición de José Mª Sánchez Molledo, C.E.B., Calatayud, 1999, p. 16.
4. Asso: op. cit., p.250.
5. Antonio Serrano Montalvo: La población de Aragón según el fogaje de 1495, I, Institución Fernando el Católico y otros, Zaragoza, 1995, pp. 390-401.
6. Archivo Municipal de Calatayud, Caja 3049, Libro 3049-1, Libro del notario del Regimiento del año 1607. D. Juan Miguel Tris, 22-1-1607. En Zaragoza encontramos las Ordinaciones y estatutos del officio de Alpargateros de la Ciudad de Caragoça. Hechos por los Señores Iurados de dcha. Ciudad. 1631. (ms. 19 pp.) Biblioteca de Arturo Guillén, Zaragoza, y la Recopilación de las ordinaciones concedidas por los Señores jurados al oficio de Sogueros y Alpargateros de la Ciudad de Zaragoza a este presente año de 1637, (ms. 18 ff.), Archivo Municipal de Zaragoza, Caja 19, nº 5.
7. J. Ángel Urzay, Antonio Sangüesa e Isabel Ibarra: Calatayud a finales del siglo XVI y principios del XVII (1570-1610), C.E.B., Calatayud, 2001, p. 76.
8. Vicente de la Fuente: Historia de la Siempre Augusta y Fidelísima Ciudad de Calatayud, 1881, facsímil, C.E.B., Calatayud, 1988, II, p. 489.
9. Bernardo de Ulloa: Restablecimiento de las fábricas y comercio español: errores que se padecen en las causales de su cadencia, cuales son los legítimos obstáculos que la destruyen, y los medios eficaces de que Florezca, Madrid, Antonio Marín, 1740, II, p. 3.
10. Asso: op. cit., pp. 112-115.
11. Monterde: op. cit., p. 106.
12. Diccionario de hacienda con aplicación a España por Don ..., Ministro Jubilado del Consejo Real y Supremo de Indias, Madrid, Marcelino Calero y Portocarrero, 1833-1834, 2ª edición.
13. Juan Polo y Catalina: Censo de la riqueza territorial e industrial de España en el año 1799, Imprenta Real, Madrid, 1803, facsímil, Madrid, 1960, p. 5 v.
14. Monterde: op. cit., p. 25.
15. Asso: op. cit., p. 84.
16. Monterde: op. cit., p. 33.
17. Antonio Ponz: Viaje de España, Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, Madrid, 1788, facsímil, Ediciones Atlas, Madrid, 1972, Tomo XV, p. 243.
18. Antonio Arteta y Monteseguro: Discurso Instructivo..., Madrid, 1783, premiado en 1780, facsímil, edición a cargo de Guillermo Pérez Sarrión, Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1985. El original en R.S.E.A.A.P., Sig. 1779-5/102.
19. Ibidem, p. 12.
20. Ibidem, p. 13.
21. Ibidem, p. 17.
22. Monterde: op. cit, p. 26.
23. Miguel Dámaso Generés: Reflexiones políticas y económicas, Viuda e Hijo de Marín, Madrid, 1793, facsímil, D.G.A., Zaragoza, 1996, p. 171.
24. Ibidem, pp. 251-252.
25. Ibidem, p. 187.
26. Novísima recopilación de las Leyes de España. Dividida en XII Libros en que se reforma la Recopilación publicada por el Señor Don Felipe II, en el año de 1567, reimpresa últimamente en el de 1775: y se incorporan las pragmáticas, cédulas, decretos, órdenes y resoluciones Reales, y otras providencias no recopiladas, y expedidas hasta el de 1804. Mandaba formar por el Señor Don Carlos IV, Madrid, s.i., 1805-1807, VI vols., facsímil, B.O.E., Madrid, 1976, Tomo IV, pp. 196-197.
27. José Francisco Forniés Casals: La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País en el periodo de la Ilustración (1776-1808): sus relaciones con el artesanado y la industria, Confederación de Cajas de Ahorro, Madrid, 1978, p. 227.
28. Ibidem, pp. 228-229.
29. Juan José Alagón: R.S.E.A.A.P., acta 2-8-1782, Sig. 1782-6/105.
30. José Sebastián y Ortiz: R.S.E.A.A.P., acta 2-8-1782, Sig. 1782-6/105.
31. Antonio Alcayde: Estado de las Cofradías de la Ciudad de Calatayud y Pueblos de su Partido (5 de Junio de 1771), ms. 6 ff., Archivo Histórico Nacional, Consejos, Leg. 7105, expte. 64 [doc. nº 15].
32. Apelación de Vicente Mostajo, rastrillador de cáñamo y Bernardo Simón, maestro alpargatero, vecinos de Calatayud, en los autos de denuncia a instancia del gremio y cofradía de sogueros de dicha ciudad, por haberles encontrado rastrillando cáñamo en la fábrica de lonas de José Tomás, en contra de las ordenanzas, y Demanda de Vicente Mostajo y Bernardo Simón, rastrilladores de cáñamo y residentes en Calatayud, contra el corregidor de la misma, sobre haberles denunciado por trabajar en la fábrica de lonas de José Tomás, Archivo Histórico Provincial, Pleitos civiles, Caja 1145-1, p. 8 r.
33. Ibidem, p. 17 r.
34. Denuncia del gremio de tejedores de la ciudad de Calatayud, contra José Tomás, fabricante de lonas, vecino de la misma, por haber tejido estopa en contra de las ordenanzas, A.H.P., Pleitos civiles, Caja 3522-3, p. 13.
35. Ibidem, p. 13.
36. Ibidem, p. 24 v.
37. Generés: op. cit., pp. 154-155.
38. José Francisco Forniés Casals: La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, 2000, p. 33.
39. R.S.E.A.A.P., acta 14-11-1783, pp. 176-180.
40. José Francisco Forniés Casals: Gremios de Zaragoza durante el siglo XVIII (El Plan Gremial presentado por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País). Separata del volumen V, fascículo 4º (octubre-diciembre, 1973), Boletín de documentación del fondo para la investigación económica y social, Confederación Española de Cajas de Ahorro, Madrid.
41. Forniés Casals: La Real Sociedad..., 1978, op. cit., p. 231. R.S.E.A.A.P., acta 29-4-1785, pp.71-78.
42. "Real Sociedad Aragonesa. Progresos de esta Sociedad desde el mes de enero de 1786 hasta el presente", Memorial Literario, octubre 1789, p. 287.
43. Monterde: op. cit., p.33.
44. Disertación sobre la explicación y uso de una nueva máquina para agramar cáñamos y linos, inventada por los Doctores en Medicina... y ..., socios de la Academia Médico-Práctica de la ciudad de Barcelona, Madrid, Imprenta Real, 1784.
45. Dictamen de Luis Rancaño sobre una máquina de agramar cáñamo, R.S.E.A.A.P., acta 11-2-1785, p. 26, Sig. 1785-17/102.
46. Forniés: La Real Sociedad..., 1978, op. cit., p. 234.
47. Luis Rancaño de Cancio: Informe sobre la máquina de agramar cáñamo de los Señores Salvá y Santpons, R.S.E.A.A.P., acta 29-4-1791, Sig. 1791-4/101.
48. Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos, Tomo IV, números 80, 81, 82, 83, 84 y 85, julio-agosto 1798.
49. Rafael Olaechea y José A. Ferrer Benimeli: El conde de Aranda, II, Librería General, Zaragoza, 1978, pp. 159-162.
50. Asso: op. cit., p. 29. 51. Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa y refundidas en forma de diccionario bibliográfico-biográfico por D. Miguel Gómez Uriel, Oficial del Archivo Biblioteca del Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza, Imprenta Calixto Ariño, Zaragoza, 1884-1886, III, pp. 165-166. Vicente de la Fuente, op. cit., II, pp. 522-525.
52. Memorial Literario, septiembre 1787, p. 13-26.
53. Generés: op. cit., p. 263.
54. Bibliotecas antigua y nueva...: op. cit., II, pp. 179-180.
55. Generés: op. cit., pp. 275-277.
56. "Discurso sobre la necesidad de una Física provechosa con que el clero, y particularmente los Curas Parrocos, harian un gran bien á la nacion", Memorial Literario, septiembre 1787, pp. 108-110, y octubre 1787, pp. 289-290.
57. R.S.E.A.A.P., Sig. 1781-26/120.
58. Inmaculada Urzainqui y Álvaro Ruiz de la Peña: Periodismo e Ilustración en Manuel Rubín de Celis, Centro de Estudios del siglo XVIII, Oviedo, 1983.
59. R. 11.257.
60. Autos de aprehensión a instancia de Mariano Lozano, Pbro. Bdo. de la parroquial de Paracuellos sobre bienes de una capellanía, A.H.P., Pleitos civiles, Caja 3041-4.

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