La Comarca de Calatayud
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CIERRE PROVISIONAL DEL FORO DE DEBATE

Como habrán observado quienes visitan el portal de Calatayud y su comarca en internet, el Foro de Debate no funciona de manera correcta y no puede accederse al Tablón de Anuncios.

El cambio de alojamiento de la página a unos nuevos servidores y la programación, muy antigua, de ambas secciones que no funciona de manera correcta en los servidores que la alojan actualmente, han ocasionado el problema.

Esta circunstancia está propiciando que haya usuarios que se estén dedicando a reflotar hilos muy antiguos, de más de 10 años, con asuntos que nada tienen que ver con la actualidad. Ello nos obliga a tomar medidas para evitarlo.

Los técnicos siguen trabajando en el problema y, mientras se decide si existe solución válida para él o si resulta rentable al diseño de un nuevo Foro de Debate y un nuevo Tablón de Anuncios, vamos a cerrarlo provisionalmente.

Se seguirán pudiendo ver los mensajes, haciéndolos visibles desde el buscador de Google, como se podrán añadir respuestas a los mismos, pero estas no serán visibles en la forma que lo eran hasta ahora.

Por otra parte estamos potenciando la página de Facebook Comunidad de Calatayud 2.0 a la que trasladamos todas las noticias que se publican diariamente en el portal y se incluyen otras nuevas que no se recogen aquí. En el 'Comentar' que incluye Facebook para cada noticia que allí se publica, se podrán dejar las opiniones que cada uno desee aportar en la misma forma que se hacía en el Foro de Debate. Y, en tanto abrimos una nueva página que recoja los anuncios que hasta ahora se colocaban en el Tablón de Anuncios, pueden incluirse en Comunidad de Calatayud 2.0. Si alguien encuentra alguna dificultad para hacerlo, puede enviarnos el texto del anuncio a nuestra dirección de correo electrónico calatayud@calatayud.org y nosotros nos encargaremos de publicarlo.


Usuario Mensaje
victoria
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 12/04/2005 14:28:32
14 de Abril [Responder]

Todos los años en Calatayud, celebramos el día de la República, este año también y como siempre Cena Republicana. (Ver información en el Tablón de Anuncios)
Alain
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 12/04/2005 15:06:03
Re: 14 de Abril [Responder]

El 14 de abril de 1931

Antonio Machado
De «El 14 de abril de 1931 en Segovia»
La Voz de España, abril de 1937

«Fue un día profundamente alegre -muchos que ya éramos viejos no recordábamos otro más alegre-, un día maravilloso en que la naturaleza y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los poetas y en los labios de los niños.

»Mi amigo Antonio Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La marsellesa; sonaron los compases del Himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo. La República había venido por sus cabales, de un modo perfecto, como resultado de unas elecciones. Todo un régimen caía sin sangre, para asombro del mundo. Ni siquiera el crimen profético de un loco, que habría eliminado a un traidor [Lerroux], turbó la paz de aquellas horas. La República salía de las urnas acabada y perfecta, como Minerva de la cabeza de Júpiter.

»Así recuerdo yo el 14 de abril de 1931.

»Desde aquel día -no sé si vivido o soñado- hasta el día de hoy, en que vivimos demasiado despiertos y nada soñadores, han transcurrido seis años repletos de realidades que pudieran estar en la memoria de todos. Sobre esos seis años escribirán los historiadores del porvenir muchos miles de páginas, algunas de las cuales, acaso, merecerán leerse. Entre tanto, yo los resumiría con unas pocas palabras. Unos cuantos hombres honrados, que llegaban al poder sin haberlo deseado, acaso sin haberlo esperado siquiera, pero obedientes a la voluntad progresiva de la nación, tuvieron la insólita y genial ocurrencia de legislar atenidos a normas estrictamente morales, de gobernar en el sentido esencial de la historia, que es el del porvenir. Para estos hombres eran sagradas las más justas y legítimas aspiraciones del pueblo; contra ellas no se podía gobernar, porque el satisfacerlas era precisamente la más honda razón de ser de todo gobierno. Y estos hombres, nada revolucionarios, llenos de respeto, mesura y tolerancia, ni atropellaron ningún derecho ni desertaron de ninguno de sus deberes.

»Tal fue, a grandes rasgos, la segunda gloriosa República española, que terminó, a mi juicio, con la disolución de las Cortes Constituyentes. Destaquemos este claro nombre representativo: Manuel Azaña.»
Raticulin
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 12/04/2005 16:11:00
Re: Re: 14 de Abril [Responder]

Por que no le mandais una invitacion especial como invitado de honor a nuesto querido alcalde?????

18
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 13/04/2005 10:22:14
14 de Abril [Responder]

Las celebraciones son las celebraciones. No hay más que hablar. Feliz cena, señores.
El tonto de Aragon
E-mail: Calatayud Enviado el: 13/04/2005 13:49:00
Re: 14 de Abril [Responder]

Tienes toda la razon 18, pues este año teneis todo el derecho del mundo ya que en España manda Robira,y Polanco.
Azaña
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 13/04/2005 13:54:45
Re: 14 de Abril [Responder]

¿Qué es una cena republicana?
FERNANDO MARTIN
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 13/04/2005 19:19:57
Sin título [Responder]

ENTALTO LA REPUBLICA.
A POR A 3ª COMPAÑERS
disidente
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 10:25:53
14 de Abril. Viva la República. [Responder]

14 de Abril, y Viva la República.

Sin republicano 100%, creo que el republicanismo es el primer paso hacia algo más grande todavía. La experiencia republicana de los años 30 ya nos lo indica. También tuvo la República sus defectos. Pero la cosa está en mejorarse, democratizarse; y no pudrirnos en una monarquía anticuada y obsoleta.

Salud, República federal, y Paz.
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 11:43:11
Sin título [Responder]

“...Nuestro movimiento –y cuando hablo de nuestro movimiento me refiero lo mismo al inicial de Falange Española que al inicial de las J.0.N.S., puesto que ambos están ya irremisiblemente fundidos– empalma, como ha dicho muy bien Onésimo Redondo, con la revolución del 14 de abril. La ocasión de nuestra aparición sobre España fue el 14 de abril de 1931. Esta fecha –todos lo sabéis– ha sido mirada desde muy distintos puntos de vista; ha sido, como todas las fechas históricas, contemplada con bastante torpeza y con bastante zafiedad. Nosotros, que estamos tan lejos de los rompedores de escudos en las fachadas como los que sienten solamente la nostalgia de los rigores palaciegos, tenemos que valorar exactamente, de cara –lo repito– a la Historia, el sentido del 14 de abril en relación con nuestro movimiento.
El 14 de abril de 1931 –hay que reconocerlo, en verdad– no fue derribada la Monarquía española. La Monarquía española había sido el instrumento histórico de ejecución de uno de los más grandes sentidos universales. Había fundado y sostenido un Imperio, y lo había fundado y sostenido, cabalmente, por lo que constituía su fundamental virtud; por representar la unidad de mando. Sin la unidad de mando no se va a parte alguna. Pero la Monarquía dejó de ser unidad de mando hacía bastante tiempo: en Felipe III, el rey ya no mandaba; el rey seguía siendo el signo aparente, mas el ejercicio del Poder decayó en manos de validos, en manos de ministros: de Lerma, de Olivares, de Aranda, de Godoy. Cuando llega Carlos VI la Monarquía ya no es más que un simulacro sin sustancia. La Monarquía, que empezó en los campamentos, se ha recluido en las Cortes; el pueblo español es implacablemente realista; el pueblo español, que exige a sus santos patronos que le traigan la lluvia cuando hace falta, y si no se la traen los vuelve de espaldas en el altar; el pueblo español, repito, no entendía este simulacro de la Monarquía sin Poder; por eso el 14 de abril de 1931 aquel simulacro cayó de su sitio sin que entrase en lucha siquiera un piquete de alabarderos.
Pero ¿qué advino entonces? Pocas veces habrá habido un instante más propicio para iniciar, concluido uno, un nuevo y gran capítulo de la Historia patria. Cabalmente, aquel sentido incruento del 14 de abril, aquello de que se hubiera desprendido una situación sin sangre y sin daño, casi sin duelo, colocaba de cara a una ancha llanura histórica donde galopar. No había que sustanciar resentimientos, no había que ejecutar justicias, no había apenas que enjugar lágrimas. Se abría por delante una clara esperanza para todo un pueblo; vosotros recordáis la alegría del 14 de abril, y seguramente muchos de vosotros tomasteis parte en aquella alegría. Como todas las alegrías populares, era imprecisa, no percibía su propia explicación; pero tenía debajo, como todos los movimientos populares, muy exactas y muy hondas precisiones. La alegría del 14 de abril, una vez más, era el reencuentro del pueblo español con la vieja nostalgia de su revolución pendiente. El pueblo español necesita su revolución y creyó que la había conseguido el 14 de abril de 1931; creyó que la había conseguido porque le pareció que esa fecha le prometía sus dos grandes cosas, largamente anheladas: primero, la devolución de un espíritu nacional colectivo; después, la implantación de una base material, humana, de convivencia entre los españoles.
¿Era mucho que se esperase un sentido nacional colectivo de los hombres del 14 de abril? Muchas cosas podrían decirse en contra suya; pero acaso algunas de esas mismas cosas fueran la mejor fianza de su fecundidad. Los hombres del 14 de abril pareció que llegaban de vuelta al patriotismo y llegaban por el camino mejor: por el amargo camino de la crítica. Esta era su promesa de fecundidad; porque yo os digo que no hay patriotismo fecundo si no llega a través del camino de la crítica. Y os diré que el patriotismo nuestro también ha llegado por el camino de la crítica. A nosotros no nos emociona, ni poco ni mucho. esa patriotería zarzuelera que se regodea con las mediocridades, con las mezquindades presentes de España y con las interpretaciones gruesas del pasado. Nosotros amamos a España porque no nos gusta. Los que aman a su patria porque les gusta la aman con una voluntad de contacto, la aman física, sensualmente. Nosotros la amamos con una voluntad de perfección. Nosotros no amamos a esta ruina, a esta decadencia de nuestra España física de ahora. Nosotros amamos a la eterna e inconmovible metafísica de España...”
José Antonio Primo de Rivera
Cine Madrid
19 de mayo de 1935
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 12:09:34
Sin título [Responder]

Al estudiar el pasado siempre me llamó la atención el carácter siniestro y absurdo de las dos repúblicas. Recoge Lerroux en algún escrito un dicho de la Restauración: “No todos los republicanos son canallas, pero casi todos los canallas son republicanos”. Lerroux fue uno de los republicanos más esforzados, fue quien convirtió el republicanismo en un movimiento de masas a principios del siglo XX, y tuvo ocasión de señalar en sus memorias las intrigas y odios feroces en su propio movimiento, sin excluir incitaciones a asesinarle. Tendencia a la algarabía, la maniobra ruin o la corrupción si llegaba la oportunidad.
Esa tradición pareció cambiar a principios de los años 30, cuando muchos de los principales escritores del país cobraron afición a la república, aportándole una especie de seriedad intelectual. Ortega y Gasset, uno de los más descollantes, quiso convertir a Cambó a la fe republicana, pero el catalán, buen conocedor del paño, le replicó que del nuevo régimen sólo podía esperarse una era de convulsiones. Ortega, furioso, se marchó dando un portazo, y poco después firmaba, con Marañón y Pérez de Ayala, un manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión y valió a los tres el apelativo “Padres espirituales de la República”.
Vale la pena recoger las opiniones de dichos padres espirituales, sólo seis o siete años después, sobre el régimen que tanto habían ayudado a traer. Ortega criticaba ácidamente la frivolidad de los intelectuales extranjeros firmantes de adhesiones a una imaginaria democracia española de la que ignoraban casi todo. Pérez de Ayala escribía con dureza más directa contra los republicanos: “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a sus pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Nunca pude concebir que hubieran sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza”; “En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña”.
Marañón expresa incluso más vívidamente sus sentimientos: “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez. Han hecho, hasta el final, una revolución en nombre de Caco y de caca”; “Bestial infamia de esta gentuza inmunda”; “Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales, y aún no habremos acabado. ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro lado?”; “Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aun es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos”.
Y así sucesivamente. No menos significativas son las continuas invectivas de Azaña, rebosantes de amargura y despecho hacia los “botarates”, “incapaces” o “loquinarios” que, a su juicio –y los conocía bien–, componían los cuadros de mando del republicanismo. Las memorias de otros dirigentes de entonces tienen parecidos tonos.
En años recientes han proliferado las banderas de la Segunda República (la de la Primera fue la tradicional bicolor) en las violentas agitaciones callejeras presididas por el actual jefe del gobierno; y, al calor de la creciente crispación del país, parece retomar cierto auge el republicanismo. No tengo objeciones de principio contra una república, y sospecho que el propio entorno monárquico acabará trayéndola, como en 1931, pero tampoco deseo cambios arbitrarios que sólo pueden aumentar las tensiones. No pondría objeciones a un republicanismo capaz de criticar y condenar las dos experiencias republicanas anteriores pero observo lo contrario, la reivindicación de aquellos demenciales regímenes y de los “botarates” y “canallas” que, en opinión de distinguidos protagonistas de la época, llevaron al país al desastre.
Recuerdo una charla oída al azar en los aledaños de una manifestación: “Si ya tenemos democracia, ¿a qué viene enredar innecesariamente con lo de la república?”, decía uno. Y contestaba su interlocutor: “En España la república nunca ha traído democracia, sólo demagogia”. Seguimos en las mismas, parece.
Pío Moa
2005, 14 de abril
pedro
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 16:10:11
Re: Re: 14 de Abril [Responder]


Azaña
13/04/2005 13:54:45
¿Qué es una cena republicana?
[la cena para que reune a gentes de diferentes ideologias o sin ellas pero con un sólo y claro objetivo celebrar la segunda república y aunar voluntades para alcanzar la tercera/ En esta comarca y concretando más en est pueblo el valor simbólico y añadido de seguir manteniendo una reunión de republicanos donde una vez al año dejemos constancia de nuestro compromiso con la republica y por cierto hoy ¡VIVA LA TERCERA REPUBLICA¡]
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 16:13:27
Re: Re: Re: 14 de Abril [Responder]

ahhhhhhhh,pues viva la republica, la tercera suena desesperante, por cierto, no mas golpes.
uno
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 16:51:46
Re: Sin título [Responder]

Anónimo, creo k he perdido la kuenta de los reyes de España.pero k nos cuentas? Carlos VI? por favor, k lección magistral de Historia la tuya. Primero estudia, luego piensa, y despues nos cuentas tu version.
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 16:54:25
Sin título [Responder]

Es, efectivamente, un error mecanográfico, porque es una transcripción. Se refiere a Carlos IV, claro. En el discurso original no figura el error que señalas.
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 14/04/2005 17:01:53
Re: Sin título [Responder]

eso uno, demuestra lo que sabes de historia, vienes y te vas,vale?eres un señor muy interesante, señor uno, y si sabes algo de historia pues comentala sin ser un maleducado,vale?
disidente
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 15/04/2005 23:33:19
Re: Sin título [Responder]


Anónimo
14/04/2005 12:09:34




Dices que Lerroux "convirtió el republicanismo en un movimiento de masas a principios del siglo XX". Ahí he dejado de leer, no sé si habrás escrito alguna tontería más después.

Lerroux ni era republicano ni era ná. Era un hombre hambriento de poder.

Salud.
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 16/04/2005 01:17:38
Sin título [Responder]

Hombre, disidente, como en otros aspectos vitales seas igual, no te veo practicando otra cosa que el coitus interruptus. "Me pica la oreja, hala, esto ya no sirve para nada, me visto y me voy a casa de mi madre". Que no, hombre, que no es así. A lo mejor en la decimoquinta línea sí hay algo que te convence. Y recuerda: la salud comienza por terminar las cosas. Y por leerlo todo, y luego filtrar. Se bueno.
Anónimo
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 18/04/2005 20:29:56
¿Seguro que eran demócratas los republicanos? [Responder]

La leyenda rosada de la II República no sólo ha insistido en el carácter absolutamente impecable de su proclamación, sino que además ha identificado a los republicanos con la democracia y desechado como antidemócratas a los monárquicos. Se trata de una visión de lo sucedido durante los años 30 que ha apoyado expresamente el actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, ¿eran demócratas los republicanos en 1930?
La I República fue un episodio efímero y profundamente lamentable de la historia española del siglo XIX. Durante su breve duración no sólo los escasos republicanos fueron incapaces de articular un sistema político viable, sino que además la nación se vio amenazada por la posibilidad de verse desintegrada en episodios como el del cantón de Cartagena, incluso estuvo a punto de degenerar en una dictadura armada bajo Castelar.
El fracaso republicano –que, a su vez, había sido precedido por otro fiasco monárquico en la persona de Amadeo de Saboya– acabó desembocando en una restauración borbónica. El sistema creado entonces pretendía copiar el que existía en Gran Bretaña, y en buena medida lo consiguió. Dos partidos, liberal y conservador, se alternaron en el poder mientras la nación intentaba modernizarse y superar las secuelas de la invasión francesa de 1808-13 y de las convulsiones decimonónicas.
El alcanzar esa meta se vio obstaculizado por un conjunto de fuerzas antisistema dotadas de una ideología utópica. A pesar de sus enormes diferencias, todas ellas compartían un feroz antiparlamentarismo, una clara oposición a la monarquía, un carácter muy minoritario y una muy reciente aparición en la historia. No otro sería el carácter de los nacionalistas catalanes y después vascos, de los socialistas y los anarquistas, y, por supuesto, de los diversos grupúsculos republicanos.
A inicios del siglo XX el peso social de todas estas fuerzas era reducido, pero, a pesar de todo, tenían la resolución de aniquilar el sistema constitucional y sustituirlo por sus respectivas utopías, utopías que iban de la dictadura del proletariado socialista al jacobinismo republicano, pasando por la independencia de regiones españolas en un régimen idealizado.
Partiendo de esa base, las fuerzas antisistema de carácter republicano pensaron ya desde esa época en una toma del poder no democrática sino apoyada en el ejército, en la subversión de la calle y en la agitación mediática, que les permitiera acabar con la monarquía y abrir cauce hacia sus bien poco compatibles metas. Una clara manifestación de esa visión política fue la denominada "revolución de 1917".
Su origen puede retrotraerse al acuerdo de acción conjunta que la UGT socialista y la CNT anarquista habían concluido a mediados de 1916. El 20 de noviembre ambas organizaciones suscribieron un pacto de alianza que se tradujo, el 18 de diciembre, en un pacto para ir a la huelga general. La misma tuvo lugar, pero no logró obligar al conde de Romanones, a la sazón presidente del Consejo de Ministros, a aceptar sus puntos de vista. La reacción de ambos sindicatos fue celebrar una nueva reunión, el 27 de marzo de 1917 en Madrid, donde se acordó la publicación de un manifiesto conjunto.
Lo que iba a producirse entonces iba a ser una dramática conjunción de acontecimientos que, por un lado, se manifestó en la imposibilidad del Gobierno de controlar la situación y, por otro, en la unión de una serie de fuerzas decididas a rebasar el sistema constitucional sin ningún género de escrúpulo legal. Así, a la alianza socialista-anarquista se sumaron las Juntas Militares de Defensa –la inevitable conexión militar–, creadas por los militares a finales de 1916 con la finalidad de conseguir determinadas mejoras de carácter profesional, y los catalanistas de Cambó que no estaban dispuestos a permitir que el Gobierno sacara adelante un proyecto de ley que, defendido por Santiago Alba, ministro de Hacienda, pretendía gravar los beneficios extraordinarios de guerra.
Frente a la alianza anarquista-socialista, con apoyo militar y catalanista, la reacción del Gobierno, presidido por Romanones –que temía un estallido revolucionario, que conocía los antecedentes violentos de ambos colectivos y que ya tenía noticias de la manera en que el zar había sido derrocado en Rusia–, fue suspender las garantías constitucionales, cerrar algunos centros obreros y proceder a la detención de los firmantes del manifiesto.
Seguramente, el Gobierno había actuado con sensatez, pero esta acción, unida a la imposibilidad de imponer el proyecto de Alba, derivó en una crisis que concluyó en la dimisión de Romanones y de su gabinete.
El propósito del catalanista Cambó consistía no sólo en defender los intereses de la alta burguesía catalana, también en articular una alianza con partidos vascos y valencianos de tal manera que todo el sistema político constitucional saltara por los aires. En mayo, la acción de las Juntas de Defensa contribuyó enormemente a facilitar los proyectos de Cambó. A finales del citado mes el Gobierno, presidido ahora por García Prieto, decidió detener y encarcelar a la Junta Central de los militares, que no sólo buscaba mejoras económicas, también reformas concretas.
Las juntas de jefes y oficiales respondieron a la acción del Gobierno con un manifiesto que significó el regreso a una situación aparentemente liquidada por el sistema constitucional de la Restauración: la participación del poder militar en la vida política. El Gobierno de García Prieto no se sintió con fuerza suficiente como para hacer frente a los militares y optó por la dimisión.
Un nuevo Gobierno conservador, basado en Dato y Sánchez Guerra, aprobó el reglamento de las Juntas Militares y puso en libertad a la Junta Central. La consecuencia inmediata fue que no pocos llegaran a la conclusión de que el sistema era incapaz de mantenerse en pie, que había llegado a tal grado de descomposición que aquellos que debían defenderlo de la subversión no habían dudado en utilizar el rebasamiento de la legalidad que caracterizaba a los movimientos anarquista y socialista.
El hecho de que las Juntas de Defensa parecieran estar en condiciones de poner en jaque el aparato del Estado llevó a Cambó a reunir una asamblea de parlamentarios en Barcelona bajo la presidencia de su partido, la Liga catalanista. Su intención era valerse de las fuerzas antisistema para forzar a una convocatoria de cortes que se tradujera en la redacción de una nueva Constitución.
El canto de muertos del sistema constitucional parecía inevitable y era entonado por todos sus enemigos: catalanistas, anarquistas, republicanos y socialistas. En el caso de estos últimos, se aceptó la participación en el Gobierno con la finalidad expresa de acabar con la monarquía, liquidar la influencia del catolicismo en la política nacional y eliminar a los partidos constitucionales de la vida política. Además, para desencadenar la revolución, los socialistas llegaron a un acuerdo con los anarquistas que se tradujo en la división del país en tres regiones.
Sin embargo, incluso dada la creciente debilidad del sistema parlamentario, pronto iba a quedar claro que sus enemigos –a pesar de su insistencia en que representaban la voluntad del pueblo– carecían del respaldo popular suficiente para liquidarlo.
El 19 de julio tuvo lugar la disolución de la asamblea de parlamentarios. Sólo en Asturias consiguieron los revolucionarios prolongar durante algún tiempo la resistencia, pero la suerte estaba echada. Mientras el comité de huelga –Saborit, Besteiro, Largo Caballero y Anguiano– era detenido, algunos dirigentes republicanos, como Lerroux, se escondían o ponían tierra de por medio. Mientras tanto, los catalanistas de Cambó habían reculado cínicamente. Estaban dispuestos a liquidar el sistema constitucional pero temían una revolución obrera, de manera que rehusaron apoyar a socialistas y anarquistas y, posteriormente, condenarían aquellas acciones.
La reacción no resulta tan extraña si se tiene en cuenta que los socialistas habían trasladado alijos de armas y municiones –"Yo transporté armas y municiones en Bilbao, yo personalmente", diría Indalecio Prieto poco después en las Cortes– con la intención de apoyar la revolución con las bocas de los fusiles. No iba a ser, por otra parte, la última vez que lo harían para derrocar un Gobierno legítimamente nacido de las urnas.
A pesar de todo, el castigo de la fracasada revolución no resultó riguroso, incluso se produjo una campaña a favor de la amnistía de los revolucionarios y, en noviembre de 1917, fueron elegidos concejales de Madrid los cuatro miembros del comité de huelga. Se trataba de una utilización del sistema constitucional para burlar la acción de la justicia que volvería a repetirse en febrero de 1918, cuando fueron elegidos diputados Indalecio Prieto (por Bilbao), Besteiro (por Madrid), Anguiano (por Valencia), Saborit (por Asturias) y Largo Caballero (por Barcelona).
De momento, las variopintas fuerzas republicanas habían fracasado en su intento de aniquilar de manera nada democrática el sistema constitucional. No iba a ser la última vez......

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