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ANTOLOGÍA DE COPLISTAS APÓCRIFOS

Filosofía parda

Un folklorista anónimo, tras estudiar las circunstancias que existieron en la formación de algunos elementos folklóricos, se dedicó a recopilar todas las coplas sentenciosas que pudo, y las prologó con un breve relato de los motivos que las habían provocado. Llamó a esa colección "Filosofía parda". Y aunque a ciencia cierta no se conoce el motivo de tal denominación, bien podemos suponer que se inspiró en la expresión "gramática parda", que alude a la habilidad, astucia o mano izquierda que algunas personas lucen en la vida.

El folklorista contempló como dos baturros discutían acaloradamente, dominados por la razón de la sinrazón, y cómo un venerable anciano les cantaba con voz de otro siglo:

Ciñe fuerte el cachirulo
si a discutir te dispones,
porque al atar la cabeza
no se te irán las razones.

En otra ocasión supo que una dama muy beata, capas de acumular misas y rosarios sin cuento, hacía gala de una lengua más que viperina. Dicha señora abusaba de la calumnia y del comentario malintencionado, creando y criando un ambiente de recelo constante a su alrededor. No es extraño que la voz popular le dedicase esta copla:

A las lenguas que calumnian
de poco sirve rezar,
que ni el jabón ni los rezos
pueden el odio lavar.

A un hombre chismoso y de mala catadura, que se jactaba de ser un atento observador de la realidad y señalaba a los pobres gatos como los animales más estúpidos de la Creación, le cantaron esta jota durante alguna ronda:

Si contemplas a los gatos
verás que son animales;
pero un hombre zascandil
hace a los gatos cabales.

No es menos curiosa esta copla, nacida de la resignación de un pobre hombre, que, cada con una dama pedigüeña y zalamera, expulsó los fantasmas de la amargura con esta epigramática cuarteta:

Cuando me haces carantoñas
y sonríes sin parar,
algo me quieres pedir
y no sabes empezar.

Un día de primavera reunió a casi todas las mujeres en el casino del pueblo. Cómo se entendían entre ellas, constituye un enigma: todas hablaban a la vez. Curiosamente, aunque poco a poco fueron abandonando la sala, los gritos de la conversación continuaron. Al fin quedaron dos, y ambas querían hablar al mismo tiempo. De ahí nació esta copla:

Un problema me pusieron
que no supe resolver:
cómo hacer que estén calladas
cuando hay más de una mujer.

¿Y qué decir de aquella pobre víctima del retraso, apolillada en la estación mientras esperaba un tren en huelga? ¿No es comprensible que escribiera unas palabras llenas de resignado humor?.  Helas aquí:

Esperando en la estación
el tren de las tres y cuarto,
eran las siete pasas
y del expreso, ni rastro.

En una villa de fértil vega, dotada de un alcalde poco dado a las dádivas, se cantaba esta jota, copla o epigrama:

Fui a pedirle explicaciones
y pronto me respondió,
porque cuando algo le pides,
siempre te responde: ¡no!.

Otro alcalde, aficionado éste a la composición de coplas, reparó en el juego que practicaba su rival político, que públicamente alababa al mandamás para después exigirle algunas concesiones inoportunas. Entonces, el alcalde escribió:

En hablando de alabanzas,
líbreme Dios de la tuya,
que me pones por las nubes
y luego pasas factura.

Pero la cúspide de la "filosofía parda" procede de un simpático patán, un carretero entrado en años, que se decía muy harto de contemplar el cartel señalizador del camino hacia Madrid. Su hartazgo le llevó a componer y cantar lo siguiente:

Dice un rótulo en la calle:
por aquí se va a Madrid.
¡Y a mí que rediez me importa,
si yo no quiero irme allí!.

Aquí termina el capítulo titulado "Filosofía parda". Para conocer otras indagaciones de este folklorista, véase el escrito titulado "El buen amor".

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