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La sombra que señala la hora en Terrer

Eduardo Lavilla, siempre a punto. Y, por supuesto, en hora (Foto: S. L.)
SILVIA LACÁRCEL. Terrer | Este viernes entrábamos en el otoño, el día elegido por Eduardo Lavilla Francia para 'poner en hora' su creación: un reloj solar ecuatorial de los que, por su forma, se llaman 'de camiseta'. La piedra la tenía tallada, y solo hacía falta buscar el lugar de Terrer donde quedara perfectamente posicionado para un óptimo funcionamiento. Lo encontró junto a la antigua N-II y la acequia del molino, sobre un peirón, y lo orientó hacia el Sur, con una inclinación de 49 grados.

Pero no solo era importante el dónde, sino también el cuándo. A las 9.05 hora solar, 11.05 hora civil, tenía lugar el equinocio de otoño. Los dos polos de la Tierra estaban a la misma distancia de sol, y el astro rey se encontraba en el mismo plano que el ecuador terrestre, de manera que el hemisferio norte y el sur recibían la misma luz. Habo entonces un instante en el que todas las caras del reloj tenían sombra, salvo su lado oeste. Eran los segundos en los que se podía comprobar que la piedra estaba correctamente orientada. "El toque para afinar la hora hay que dárselo en ese preciso momento, si no, habría que esperar al 22 ó 23 de diciembre, o de marzo", explico Eduardo. José Luis y Javier, personal de la brigada municipal de obras del Ayuntamiento de Terrer, le ayudaron a fijar el reloj al pilar de ladrillo.

Una obra más de este experto en gnomónica -conocedor de la trayectoria del sol-, que lo es por afición y por herencia. Según cuenta, a principios del pasado siglo, cuando eran pocos los que sabían leer, y menos los que tenían reloj, su abuelo marcaba las horas en la pared con la plomada, "y los albañiles y los peones sabían cuando tenían que parar a comer, a enganchar por la tarde, o parar". Su padre siguió con la técnica y fue autor de los relojes de sol que hubo en las cooperativas de Munébrega y de Villalengua, ya desaparecidos.

Eduardo se especializó en trigonometría, geometría plana o cartografía para poder continuar así con el legado familiar, que le ha llevado a restaurar y a colocar nuevos relojes de sol por la comunidad. Gracias a él, 'umbra signat hora' (la sombra señala la hora) en Acered, Alfajarín, Teruel y Terrer, entre otros municipios. Las piezas por él creadas, y que le ayuda a tallar su hermano, siempre dan la hora solar, de manera que hay que sumar dos horas a la que marque la sombra de gnomon, la aguja o la estructura cuya sombra se proyecta-. Es una de sus preferencias, la segunda es más que una exigencia, la piedra será de color claro,"porque la sobra es oscura, y si lo haces con piedra negra de Calatorao hay dificultar para verla".

Apasionado de estos elementos que tradicionalmente decoraban lonjas, casas señoriales o iglesias, tiene un censo completo de los que hay en la Comunidad de Calatayud: un total de 63, aunque en muchos pueblos los vecinos ni siquiera conozcan su existencia, porque su grado de deterioro los hace casi imperceptibles. Él si los conoce. Y tiene sus favoritos,"Bonitos son los dos de Torrijo de la Cañada, uno de camiseta y otro canónico extraordinario; hay otro en la colegiata de Daroca, y en Maluenda hay tres en la iglesia de abajo". Fuera de la comarca son muchos los que han llamado su atención. A los de Chodes, Épila. Alconchel de Ariza, Ateca o La Almunia, suma el del Parque de Oriente de Zaragoza, que tiene un gnomon de 46 metros, y es obra de Juan Antonio Ros, al que considera "el maestro relojera por excelencia".

Le gustaría que estas piezas fueran declaradas Bien de Interés Cultural, como lo son los peirones o cruces del camino, para poder preservarlos. Pedro, de momento, se conforma con que puedan seguir marcando el paso del tiempo.

Heraldo de Aragón (25-9-2011)

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