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Benedicto XIII, el Papa endemoniado


Benedicto XIII, el Papa Luna

ALBERTO DORIA | Solo, olvidado y defenestrado por la iglesia católica moría en 1423 el Papa Benedicto XIII (Pedro Martínez de Luna), más conocido con el apelativo de el Papa Luna, en el castillo de Peñíscola (Castellón), donde pasó sus últimos doce años de vida proclamándose como el auténtico representante de Cristo en la tierra.

El Papa Luna nació en Illueca (Zaragoza) en 1328 en el seno de una ilustre familia aragonesa emparentada con arzobispos y reyes. A la edad de 47 años es nombrado cardenal diácono en Avignon (Francia), sede pontificia desde que Clemente V decidiera trasladarla desde su emplazamiento original en Roma. La suerte del Papa Luna comenzó a cambiar en 1375 cuando acompañó al Papa Gregorio XI en una visita a Roma, donde la muerte le sobrevendría al pontífice. A la muerte del Papa, se reúne el cónclave cardenalicio para designar sucesor. La Santa Sede había vuelto a suelo romano y el pueblo italiano, temeroso de que la elección de un Papa francés se llevase de nuevo la sede, presionó a los Cardenales para que votaran por Urbano VI (Bartolomé Prignano, Arzobispo de Bari). La elección del nuevo pontífice fue apresurada y bajo la coacción de una turba que irrumpió en el cónclave amenazando de muerte a los allí presentes. También se dio la circunstancia de que siete de los Cardenales no pudieron asistir al precipitado cónclave. Finalmente y con el apoyo del populacho Urbano VI fue nombrado Papa, sin embargo, especialmente los Cardenales franceses declararon la elección como nula al haber ocurrido bajo amenazas.

De manera que el 20 de septiembre de 1378 los cardenales sublevados designan al cardenal Roberto de Ginebra, familiar del rey francés, como nuevo papa en oposición a Urbano VI y con el nombre de Clemente VII. Francia, Escocia, Castilla, Aragón, Navarra, Portugal, Dinamarca, algunos estados alemanes, Noruega y los territorios de los Saboya, familia de Roberto de Ginebra, reconocieron a Clemente VII como Papa oficial. Por otra parte, a Urbano VI le apoyarán Inglaterra, el norte de Alemania, Hungría, Polonia e Italia, excepto el reino de Nápoles que cambiaría constantemente de bando.

Clemente VII intentó acabar con su oponente invadiendo Roma, aunque se saldó con la derrota de sus ejércitos en Carpineto. Comienza así el episodio conocido como el Cisma de Occidente. El mundo católico se dividió entre los partidarios del Papa de Roma y los del de Avignon. La primera solución que se planteó para acabar con el conflicto fue la vía Cessionis, esto es la renuncia de ambos Papas. La segunda solución era la vía Compromissi, que constaba en una reunión entre ambos Papas y sus partidarios para aclarar cuál de los papas tenía razón y legítimamente ocuparía el trono pontificio. La tercera, vía Concilii, proponía la convocatoria de un Concilio universal que depusiera a ambos Papas.

Tras la muerte de Clemente VII los cardenales de Avignon eligen a Pedro de Luna como nuevo papa, a pesar de las presiones de Francia que entendían que Benedicto XIII atendía a las órdenes de la corte de Aragón. Así, en 1398, Francia le retira su apoyo y los cardenales se ven obligados a salir de Avignon, quedando sólo cinco al lado de Benedicto XIII.

A partir de 1408, la presión de las monarquías cristianas sobre Benedicto XIII se hace mayor, contando sólo con el apoyo de Navarra y Aragón. En 1409 se opta por la vía Concilii y se convocó un concilio ecuménico a celebrar en Pisa el 25 de marzo de 1409. El rey francés opta por intervenir de manera directa en el conflicto para lograr la deposición de ambos Papas, Gregorio XII, sucesor Inocencio VII, quien a su vez había sucedido a Urbano VI, y Benedicto XIII. Una vez depuestos se elige como Papa a Pedro Philagres que tomó el nombre de Alejandro V. Tanto Benedicto XIII como Gregorio XII no acataron esta decisión y convocaron sus respectivos concilios en busca de apoyos. Benedicto XIII tuvo una corte itinerante durante un tiempo hasta que en 1411 se asentó en el castillo de Peñíscola. Dice la leyenda que cuando Benedicto XIII embarcó en el puerto francés de Colliure para dirigirse a Peñíscola, se levantó una tempestad y el pontífice exclamó al cielo pidiendo salvarse en caso de ser el legítimo papa. La tormenta cesó y Pedro de Luna exclamó: "soy Papa".

La legitimidad del concilio de Pisa era bastante dudosa y la brecha seguía abierta. A la muerte de Alejandro V se eligió a Baldassare Cossa que adoptó el nombre de Juan XXIII. Segismundo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, decide intervenir para acabar con la con la tricefalia y pretende que los tres candidatos renuncien a sus intereses convocando para la ocasión el concilio de Costanza.

Juan XIII, único presente en Costanza y enemistado con Segismundo huye, pero fue hecho prisionero y destituido. En cuanto a Gregorio XII se le obliga a firmar la convocatoria del Concilio, por lo que renunció al pontificado. Ya sólo quedaba Benedicto XIII, que no estaba dispuesto a renunciar. De aquí procede el dicho popular "estar en sus trece". El concilio decide deponer a Benedicto XIII y le acusa de hereje y de antipapa.

Pedro de Luna tenía fama de ser un gran orador, invencible en el arte de la dialéctica. Ninguno de sus adversarios jamás osó retarle a un debate pues sabían de su vasta cultura y no había manera de acabar con él. Finalmente se le acusó de tener un pacto con el diablo que le proporcionaba una inusitada fortaleza y longevidad. Su excelente oratoria se atribuyó a la lengua del Maligno. En 1417 fue elegido Papa el cardenal Otón Colonna, con el nombre de Martín V, dando así por concluido el Cisma de Occidente. Benedicto XIII se quedó solo al acatar sus cardenales las determinaciones del Concilio de Costanza y al retirarle su apoyo los reinos de Castilla, Navarra, Aragón y Escocia. Retirado en el castillo de Peñíscola, Pedro de Luna muere en 1424 a la edad de 95 años. Benedicto XIII fue excluido de la iglesia y considerado un antipapa, una sentencia que aún hoy persiste y se mantiene como versión oficial

Periodismo Independiente (29-10-2009)

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