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La Máscara de Ateca

La fiesta de San Blas, que conmemoramos el próximo 3 de febrero, es una de las más celebradas en Aragón. Y, como celebración invernal que es, un ingrediente muy común es la hoguera. La mayoría de las poblaciones encienden una pira como epicentro del festejo. Pero también hay diferencias muy notables. Elementos propios que diferencian a unas poblaciones de otras y se hunden en lo más profundo de la historia y la tradición. Es el caso de la Máscara de Ateca, característica fundamental de la celebración de San Blas y la Virgen de las Candelas en el municipio de la Comarca de Calatayud. Un personaje peculiar que ejerce de bufón del pueblo en distintas apariciones estelares, muy definidas por un ritual en el que se mezcla lo religioso y lo profano.


La Máscara al frente de los atecanos (Foto: Naturateca)

La Máscara viste con un traje de franjas verticales con los colores rojo y amarillo, compuesto por pantalón, chaqueta y gorro. De las prendas cuelgan pequeños cascabeles que tintinean señalando su presencia y que tienen un papel destacado en el desarrollo festivo. Una espada y un escudo circular, pintado con los mismos colores que el traje, completan el uniforme.

Pese a conocerse como "máscara", el personaje lleva el rostro al descubierto. Se sabe que se cubría hasta 1880, pero entonces el Ayuntamiento permitió que el traje se llevara a cara a descubierta. Y, de hecho, sus portadores son muy reconocidos en la localidad. José María Garza y José María Peña son nombres unidos para siempre a esta figura.


Uno de los rostros más habituales de la máscara
(Foto: Francisco Pérez Inogés)

La primera aparición pública de la Máscara de Ateca se produce el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria. A las 12 del mediodía sale a las calles para ser perseguida por una multitud de chavales que le dicen todo tipo de insultos y burlas. "Engulema", "mascaruta", "robajamones"… Son los términos que niños y niñas gritan al personaje mientras recorre las calles de la localidad intentando evitar que sus perseguidores consigan su objetivo: arrancar sus cascabeles. Para alejar a los pequeños se defiende con el sable y se protege con el escudo/cobertera. Es una "pelea" consentida y cariñosa en todo momento que, en el pasado, también era cosa de hombres maduros.

Pero la Máscara no sólo persigue y huye de los más pequeños. Como si estuviera dotado de poderes sobrenaturales, en esta salida también bendice a todos los que lo piden. Para ello golpea con la espada la cobertera y la coloca sobre las cabezas de los que quieren su protección para el año que acaba de comenzar. Es o fue costumbre, también, que en las casas donde solicitan ser bendecidos obsequien a los que siguen la comitiva con dulces, licor o tabaco.


La máscara con las majas de las fiestas
(Foto; Francisco Pérez Inogés)

La segunda salida, el mismo día por la noche, también comienza en la calle. Se vuelven a repetir las persecuciones de la mañana, con la chavalería buscando conseguir un cascabel y la Máscara defendiéndose. Pero el paseo tiene un destino marcado. El personaje aparece en la Plaza de España, junto a la gran hoguera que se enciende en honor a la Virgen de las Candelas. Los atecanos forman entonces un gran corro alrededor de la pira con la Máscara en el centro y cantan al unísono la canción 'El puente de Alcolea'. Se trata de una composición del siglo XIX, muy popular en la localidad, que hace referencia a una batalla entre liberales y realistas en Córdoba.

Una vez entonada la copla, cuando las llamas decrecen, la costumbre marca que la Máscara debe saltar la hoguera. Cuentan que ya no suele ocurrir, y que el personaje se retira mientras los vecinos de Ateca consumen moscatel y pastas junto al fuego.


Hoguera de San Blas, donde se aparece la Máscara
(Foto: Naturateca)

El día siguiente, 3 de febrero, las campanas repican para señalar que es el día de la fiesta grande. Se celebra el patrón de la localidad, San Blas, cuya imagen sale en procesión a las calles. Precediendo a la comitiva va la Máscara. Y al llegar a la puerta de la ermita recita un dicho que indica lo que va a pasar a continuación:

Glorioso San Blas bendito
que naciste en Tagaste
y a esta villa de Ateca
viniste a empadronarte:
unos me llaman cobarde,
otros me van a matar;
pero he de subir al cerro,
por delante o por detrás
.

Por entonces los niños de la localidad han tomado el cerro que hay detrás de la ermita. Van armados con manzanas o naranjas. Sustituyen a lo que, dicen, una vez fueron piedras. Con ellas pretenden evitar que la Máscara alcance la cima del cerro, en el momento más relevante de la tradición. El personaje cambia la cobertera por un escudo más grande y se enfrenta al reto. Sorteando la lluvia de proyectiles, siempre llega a lo más alto. Y entonces, como ocurrió la noche anterior, se forma un corro de vecinos a su alrededor que vuelve a entonar la copla 'El puente de Alcolea'.


La Máscara se protege de las manzanas que
le lanzan en la subida al cerro (Foto: Naturateca)

Al terminar es la Máscara la que se ocupa de volver a perseguir a los que están en el cerro, hasta expulsar a la gente de allí para incorporarse de nuevo a la procesión. Con un último dicho se acaba su aparición anual.

Glorioso San Blas bendito
he cumplido mi misión.
Ahora vamos a la iglesia
a cumplir con devoción.


¿Por qué una figura como ésta es el centro de la fiesta en Ateca? Existen distintas versiones sobre su origen… Por un lado se une a fenómenos similares en todo Aragón. Enmascarados conocidos con distintos nombres que, como bufones o caricatos, son objeto de la mofa y el ataque de la población, en plan catarsis colectiva. Se relaciona con antiguas tradiciones que utilizaban a un personaje como símbolo de los males ocurridos durante el año o que adelantaban la llegada del Carnaval, el tránsito entre el invierno y la primavera. Aunque en el caso de la Máscara atecana concurren características especiales que la unen con un episodio de nuestra historia: los enfrentamientos entre realistas y liberales en la segunda mitad del siglo


La máscara marchando con la procesión de San Blas
(Foto: Francisco Pérez Inogés)

Asegura el investigador Jesús Blasco que la situación política de entonces guarda paralelismo con el simbolismo de la fiesta. La Máscara simbolizaría la Monarquía mientras que los vecinos representarían al pueblo dividido en dos bandos: los adeptos que le acogen y solicitan su bendición y los desafectos que le persiguen y apedrean. Los propios actos serían representaciones de las vicisitudes ocurridas durante los enfrentamientos de aquella época. Se apoya en claras expresiones de aquel tiempo, como la copla de 'El Puente de Alcolea' o el calificativo de "engulema", que el investigador relaciona con el Duque de Angulema, personaje histórico que reprimió al pueblo durante el trienio constitucional.

Sea cuál sea su historia, lo cierto es que la Máscara de Atea forma parte de la tradición de Ateca y aumenta la riqueza etnológica del Aragón festivo.

La Identidad de Aragón (26-1-2015)


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