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El Papa Luna


En 1378, moría Gregorio XI, que ya había comenzado los preparativos para volver a Francia, ya que la Ciudad Eterna continuaba sumida en peligrosos y cada vez más constantes disturbios. El Cardenal Martínez de Luna, que había acompañado al Papa en su viaje de regreso, fue uno de los más activos participantes en el cónclave que fue convocado poco después de su muerte y en el que, debido a las duras presiones por parte del populacho de Roma, que llegó a derribar las puertas de la estancia donde se reunían los purpurados, se hubo de elegir a un nuevo Pontífice sin que hubiese quorum suficiente para poder llevar a cabo legalmente la votación.

Este fue el Papa Urbano VI, que sólo había ostentado anteriormente el cargo de Arzobispo y cuyo mandato estuvo marcado por las conspiraciones que los cardenales romanos fraguaron en su contra y por la oposición directa de Carlos V de Francia a tal nombramiento, quien propuso la celebración de un nuevo cónclave.

Pedro Martínez de Luna fue quien estudió, a petición del Colegio Cardenalicio, la legitimidad de la elección de Urbano VI y quien concluyó que esta, al haber sido impuesta por el miedo y no por convicción, y al no haber contado con la participación de todos los príncipes de la Iglesia, no podía ser considerada como válida.

Por tanto, el 20 de septiembre de ese mismo año de 1378, se eligió como Papa a Roberto de Ginebra, que adoptó el nombre de Clemente VII.

Debido a que el nuevo Pontífice no contaba con el apoyo de los estados italianos pero si con el de varios reinos europeos, la Sede Papal volvió a trasladarse a Avignon, produciéndose así el famoso Cisma de Occidente, que se prolongaría hasta 1417. Durante este tiempo coexistirían dos jerarquías católicas, una en Roma y otra en la ciudad francesa, ambas con un Papa distinto al frente, sostenido por ciertos potestados políticos, y que no cesarían de pugnar entre ellas por la verdadera y auténtica legitimidad.

El Cardenal Martínez de Luna fue legado de Clemente VII durante casi 16 años y a la muerte de este, fue elegido casi por unanimidad como nuevo Papa en Avignon, tomando el conocido nombre de Benedicto XIII.

Desde un primer momento, Francia se opuso a este nombramiento e instó al Papa Luna a renunciar, ya que este era súbdito aragonés y no resultó tan fácilmente influenciable como su predecesor. Sin embargo, el Pontífice se negó en redondo a abdicar, alegando que la Iglesia sufriría un daño irreparable.

Fue esta decidida actitud la que dio origen al famoso dicho castellano: "y siguió en sus trece".

Llegó un momento en el curso de su pontificado en que llegaron a ser contemporáneos hasta tres Papas distintos: Gregorio XII en Roma, él mismo en Avignon y Juan XXIII, quien fue sucesor de Alejandro V, ya que a causa de nuevas conspiraciones, una facción de los cardenales apoyada por Francia se constituyó como órgano independiente y excomulgó a ambos pontífices, iniciando una tercera rama de papas.

No obstante, Benedicto XIII siempre mantuvo su primacía, ya que esgrimía el hecho de que era el único en haber sido nombrado cardenal antes del Gran Cisma, y que por tanto, sólo su elección había sido válida.

Sin embargo, poco más adelante las corrientes de unificación que habían surgido dentro de la órbita católica, convocaron el Concilio de Constanza en el año 1414, que contó con el apoyo del emperador Segismundo y en el que fueron depuestos todos los Papas y Antipapas, además de producirse la elección de un único y nuevo Pontífice que terminase al fin con la división de la Iglesia. Este fue el italiano Martín V.

El Papa Luna, que debido a un asedio francés hubo de trasladarse, gracias al apoyo de Aragón, al castillo de Peñíscola, antigua propiedad del Temple, fue perdiendo rápidamente aliados hasta que quedó solo, ya que el resto de naciones cristianas reconocieron a Martín V, quien intentó sin éxito envenenar al persistente antipapa.

Benedicto XIII, nacido Pedro Martínez de Luna, conocido como "El Papa Luna", murió en 1422 en la citada localidad castellonense, creyendo firmemente seguir siendo el verdadero Papa.

Hasta tal punto fue así que fue sucedido por Bernard Garnier, quien adoptó el nombre de Benedicto XIV en su honor y de quien se dice que, según los novelistas Raspail y Bavoux, inició una nueva línea de papas que en secreto, habría llegado hasta nuestros días...

Veritas (2-12-2009)

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