La Comarca de Calatayud
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CIERRE PROVISIONAL DEL FORO DE DEBATE

Como habrán observado quienes visitan el portal de Calatayud y su comarca en internet, el Foro de Debate no funciona de manera correcta y no puede accederse al Tablón de Anuncios.

El cambio de alojamiento de la página a unos nuevos servidores y la programación, muy antigua, de ambas secciones que no funciona de manera correcta en los servidores que la alojan actualmente, han ocasionado el problema.

Esta circunstancia está propiciando que haya usuarios que se estén dedicando a reflotar hilos muy antiguos, de más de 10 años, con asuntos que nada tienen que ver con la actualidad. Ello nos obliga a tomar medidas para evitarlo.

Los técnicos siguen trabajando en el problema y, mientras se decide si existe solución válida para él o si resulta rentable al diseño de un nuevo Foro de Debate y un nuevo Tablón de Anuncios, vamos a cerrarlo provisionalmente.

Se seguirán pudiendo ver los mensajes, haciéndolos visibles desde el buscador de Google, como se podrán añadir respuestas a los mismos, pero estas no serán visibles en la forma que lo eran hasta ahora.

Por otra parte estamos potenciando la página de Facebook Comunidad de Calatayud 2.0 a la que trasladamos todas las noticias que se publican diariamente en el portal y se incluyen otras nuevas que no se recogen aquí. En el 'Comentar' que incluye Facebook para cada noticia que allí se publica, se podrán dejar las opiniones que cada uno desee aportar en la misma forma que se hacía en el Foro de Debate. Y, en tanto abrimos una nueva página que recoja los anuncios que hasta ahora se colocaban en el Tablón de Anuncios, pueden incluirse en Comunidad de Calatayud 2.0. Si alguien encuentra alguna dificultad para hacerlo, puede enviarnos el texto del anuncio a nuestra dirección de correo electrónico calatayud@calatayud.org y nosotros nos encargaremos de publicarlo.


Usuario Mensaje
Julián Casanova
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 16/06/2005 11:34:48
Mentiras convincentes [Responder]

La historia de la Guerra Civil y de la dictadura de Franco continúa persiguiendo nuestro presente. Durante las dos primeras décadas de la transición, desempolvar ese duro pasado fue tarea casi exclusiva de un variado grupo de historiadores que revelaron nuevas fuentes, discutieron sobre las diferentes formas de interpretarlo y abrieron el debate a la comparación con lo que había ocurrido en otras sociedades. Esas investigaciones, difundidas en círculos universitarios, en congresos científicos, libros y revistas especializadas, modificaron y enriquecieron sustancialmente el conocimiento de ese largo periodo de la historia contemporánea de España, pero sus tesis y conclusiones no llegaban a un público amplio y rara vez interesaban a los medios de comunicación.

Las versiones de los vencedores de la guerra quedaron desfasadas, desmontadas, entre otras razones, porque se sostenían muy mal, con sus principales apologetas ya muertos o en retirada. Si se exceptúa la historia militar, un terreno en el que los autores franquistas siempre se sintieron a gusto, casi todo lo que se sabía a mediados de los años noventa, sesenta años después del inicio de aquella contienda bélica, era fruto o bien del trabajo de hispanistas, sobre todo británicos y norteamericanos, los primeros en desafiar con métodos científicos los mitos de la Cruzada, o de una nueva generación de historiadores profesionales llegados a las universidades españolas al final de la dictadura y en los primeros años de la transición democrática. Aquí no hubo "guerra de historiadores", como en Alemania, porque las responsabilidades colectivas eran menores y menos internacionales, y la renovación historiográfica, con sus luces y sombras, conllevó el abandono casi unánime de las ideas que sustentaron el edificio propagandístico de la dictadura de Franco.

Todo eso empezó a cambiar desde la segunda mitad de los años noventa, cuando salieron a la luz hechos y datos novedosos y contundentes sobre las víctimas de la Guerra Civil y de la violencia franquista. Aparecieron, como consecuencia del descubrimiento de ese pasado oculto, dos nuevos fenómenos. Por un lado, una desconocida dimensión social del recuerdo, mal llamado casi siempre memoria histórica. Descendientes de esas decenas de miles de asesinados, sus nietos más que sus hijos, se preguntaron qué había pasado, por qué esa historia de muerte y humillación se había ocultado, quiénes habían sido los verdugos y, en aquellos casos donde las víctimas no habían sido identificadas o se habían dado por desaparecidas, querían además saber dónde estaban enterradas.

Pero el registro del desafuero cometido por los militares sublevados y por el franquismo hizo también reaccionar, por otro lado, a conocidos periodistas, propagandistas de la derecha y aficionados a la historia, que han retomado la vieja cantinela de la manipulación franquista: fue la izquierda la que con su violencia y odio provocó la Guerra Civil, y lo que hicieron la derecha y gente de bien, con el golpe militar de julio de 1936, fue responder al "terror frentepopulista". Todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores profesionales quedan de esa forma reducidas a dos cuestiones: quién causó la guerra y quién mató más y con mayor alevosía. La propaganda sustituye de nuevo al análisis histórico. Es la sombra alargada del franquismo, otra forma de vengarse años después. No hay nada nuevo en esa propaganda neofranquista y de revisión, pero funciona, con sus habituales tópicos sobre octubre de 1934, el terror rojo, el anticlericalismo, Paracuellos, las Brigadas Internacionales, las checas y el dominio soviético.

Son varias y poderosas las armas que utiliza esa propaganda. Están, en primer lugar, los seudohistoriadores, los encargados de transmitir en un nuevo formato, con libros bien cocinados y preparados para la divulgación, las viejas tesis franquistas que ya sólo servían para uso de la ultraderecha y de los nostálgicos de la dictadura. Para crear un nuevo espacio para sus maniobras, necesitan declarar a los cuatro vientos que la historia que hemos hecho los historiadores profesionales en las dos últimas décadas es revanchista, falsa y está al servicio de intereses políticos de los partidos de izquierda. Son relatos basados en fuentes secundarias y desprecian datos y hechos que no se adaptan a sus tesis. Sus conclusiones, además, son presentadas como novedosas por el marketing agresivo de sus editores, de quienes les hacen la publicidad y de quienes les dedican las reseñas, donde suelen destacar su valentía para enfrentarse en solitario a la dictadura de los historiadores universitarios. Aparecen, por último, en el tercer nivel de esa estrategia propagandística, los periodistas y tertulianos de los medios de comunicación que jalean y aplauden sus libros y opiniones e insultan y calumnian al contrario.

La propaganda, las técnicas agresivas de mercado y el poder de sus medios no explican, sin embargo, por sí solos el enorme éxito de público y de ventas que han tenido algunos de esos libros sobre los orígenes, mitos y crímenes de la Guerra Civil, un éxito nunca alcanzado por los historiadores profesionales. Lo que prueba ese éxito es que quedan todavía en España muchas personas agradecidas a Franco y a su dictadura, por su posición social, por sus creencias religiosas o compromisos ideológicos, por sus vínculos familiares con las víctimas de la violencia revolucionaria, que obtuvieron enormes beneficios, materiales y espirituales, de ese largo dominio y que, por supuesto, nunca sufrieron persecución alguna. Se habían acomodado ya a la democracia, habían acomodado su memoria a los nuevos tiempos, y de repente, como si de una nueva conspiración judeo-masónica se tratara, unos cuantos libros de historia sobre la violencia militar y falangista bendecida por la Iglesia católica, algunos documentales y la búsqueda de fosas comunes con los restos de los asesinados por el franquismo les han recordado su pasado y a los verdugos, que en paz estaban. Por eso quieren leer y escuchar la otra historia, la que ellos siempre habían conocido: que Franco y su dictadura resultaron beneficiosos para España, porque la libraron de algo mucho peor, la tiranía roja, y porque, al fin y al cabo, después del castigo normal por aquella guerra provocada por los republicanos, lo que trajeron fue desarrollo, modernización, carreteras y pantanos.

Da igual que historiadores, economistas y sociólogos presenten sólidas y rigurosas pruebas de lo contrario, de que la Guerra Civil la provocó un violento golpe de Estado contra la República y de que esa guerra y la posterior dictadura fueron desastrosas para nuestra historia y para nuestra convivencia. No se trata, para esos nuevos propagandistas, de explicar la historia, sino de cómo enfrentar la memoria de los unos a la de los otros, dos diferentes pasados de nuevo, dos formas de razonar sobre él, recordando unas cosas y olvidando otras, sacando a pasear otra vez las verdades franquistas, que son, como los mejores especialistas sobre ese periodo han demostrado, grandes mentiras históricas.

La mayoría de los historiadores profesionales, que ofrecen contribuciones positivas y contrastadas a los debates sobre ese traumático pasado, que estimulan nuevas investigaciones y llevan sus enseñanzas a las aulas y a congresos científicos, no parecen interesados en gastar energías en la crítica a esas nuevas versiones franquistas de la historia, algo que ya se hizo con quienes las construyeron por primera vez: Joaquín Arrarás, Ramón Salas Larrazábal o Ricardo de la Cierva. Habrá que pensar en ello, no obstante, porque la mentira sin respuesta se convierte en una forma simple de manipulación. Y hay dos maneras de evitarlo: utilizar el trabajo de acreditados historiadores para combatir la propaganda y confiar en el estudio riguroso de la historia para comprender mejor el mundo humano. Aunque sigamos por un tiempo rodeados de mentiras convincentes.

(1) Julián Casanova es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza.
(*) Texto aparecido en El País, de España. La redacción de este diario recuerda a sus lectores que en nuestras páginas sólo tienen cabida los textos externos que cuenten con los debidos permisos de reproducción de autores y/o publicaciones. Cualquier excepción, como la actual, se hace siempre en virtud del carácter no lucrativo de La Insignia (www.lainsignia.org), ante situaciones de evidente interés informativo o social y a condición de no provocar perjuicio alguno a la fuente de origen.
ORGA
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 16/06/2005 23:51:26
Re: Mentiras convincentes [Responder]

Hay dos problemas: que no nos ponemos de acuerdo en los acontecimientos y que no se tiene muy claro la moral con la que valorarlos. A partir de ahí, tratar de llegar a un consenso es imposible.
Un campo de juego y dos equipos. Que se hochey sobre patines es lo de menos
Malos Pasos
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 17/06/2005 18:19:56
Re: IMPECABLE. [Responder]

Impecable la intervención del historiador ejerciente en Aragón. Entresaco algunos párrafos del Dr. Casanova acerca de estos “pseudohistoriadores” al uso. Al uso de voceros que, además, lo son amantes del bolsillo más que de las ideas (que de haber topado en otro lugare practicarían otras. Mejor dicho las han practicado, por eso son de poco fiar. Son meros oportunistas del fracaso). Lo penoso es que no sólo alimentan su cuenta corriente.

“Durante las dos primeras décadas de la transición, desempolvar ese duro pasado fue tarea casi exclusiva de un variado grupo de historiadores que revelaron nuevas fuentes, discutieron sobre las diferentes formas de interpretarlo y abrieron el debate…” ¿POR QUÉ AHORA INTERESA?

“Las versiones de los vencedores de la guerra quedaron desfasadas, desmontadas, entre otras razones, porque se sostenían muy mal, con sus principales apologetas ya muertos o en retirada”. COMO NO PODÍA SER DE OTRO MODO, tras años de falsearla a discreción.

“…cuando salieron a la luz hechos y datos novedosos y contundentes sobre las víctimas de la Guerra Civil y de la violencia franquista”. MOLESTABA LA VERDAD ocultada largo tiempo.

“…hizo también reaccionar, por otro lado, a conocidos periodistas, propagandistas de la derecha y aficionados a la historia…” PENSABA QUE EL BUEN AFICINADO ERA EL LECTOR. No el ltergiversador.

“La propaganda sustituye de nuevo al análisis histórico. Es la sombra alargada del franquismo, otra forma de vengarse años después”. ESA ES LA RÉMORA Y EL LASTRE FATAL DE LAS DICTADURAS.

“No hay nada nuevo en esa propaganda neofranquista y de revisión, pero funciona, con sus habituales tópicos sobre octubre de 1934, el terror rojo, el anticlericalismo, Paracuellos, las Brigadas Internacionales, las checas y el dominio soviético”. ASÍ PUES ¿REVISIONISMO? Pero con las ideas trasnochadas y de siempre.

“…en primer lugar, los seudohistoriadores, los encargados de transmitir en un nuevo formato, con libros bien cocinados y preparados para la divulgación, las viejas tesis franquistas que ya sólo servían para uso de la ultraderecha y de los nostálgicos de la dictadura”. TODO MUY RENTABLE por lo visto. Si sólo afectara al bolsillo, claro.

SIGO ABAJO.

Malos Pasos
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 17/06/2005 18:20:29
Re: Re: IMPECABLE. [Responder]

“Son relatos basados en fuentes secundarias y desprecian datos y hechos que no se adaptan a sus tesis”. TODO UN ALARDE de seriedad y rigor ¿científico?

“…el marketing agresivo de sus editores, de quienes les hacen la publicidad y de quienes les dedican las reseñas, donde suelen destacar su valentía para enfrentarse en solitario a la dictadura de los historiadores universitarios”. SIEMPRE DEBE HABER UN “OTRO” y por supuesto “chupatintas” por doquier.

“…en el tercer nivel de esa estrategia propagandística, los periodistas y tertulianos de los medios de comunicación que jalean y aplauden sus libros y opiniones e insultan y calumnian al contrario”. SIN COMENTARIOS.

“Lo que prueba ese éxito es que quedan todavía en España muchas personas agradecidas a Franco y a su dictadura, por su posición social, por sus creencias religiosas o compromisos ideológicos..” LO MISMO, SIN COMENTARIOSA. Y suma y sigue.

“…quieren leer y escuchar la otra historia, la que ellos siempre habían conocido: que Franco y su dictadura resultaron beneficiosos para España, porque la libraron de algo mucho peor, la tiranía roja…” ES CUESTIÓN DE CREENCIAS, SIN DUDA.

“Da igual que historiadores, economistas y sociólogos presenten sólidas y rigurosas pruebas de lo contrario, de que la Guerra Civil la provocó un violento golpe de Estado contra la República y de que esa guerra y la posterior dictadura fueron desastrosas para nuestra historia y para nuestra convivencia”. SIGUE HABIENDO QUIENES NO LO ENTIENDEN.

“…sacando a pasear otra vez las verdades franquistas, que son, como los mejores especialistas sobre ese periodo han demostrado, grandes mentiras históricas”. OTRA VEZ SIN COMENTARIOS. Es lo que tienen las dictaduras que te dejan con la boca cerrada.

“La mayoría de los historiadores profesionales, que ofrecen contribuciones positivas y contrastadas a los debates sobre ese traumático pasado, que estimulan nuevas investigaciones y llevan sus enseñanzas a las aulas y a congresos científicos, no parecen interesados en gastar energías en la crítica a esas nuevas versiones franquistas de la historia”. INTRUSOS HAY EN TODAS PARTES.

“Habrá que pensar en ello, no obstante, porque la mentira sin respuesta se convierte en una forma simple de manipulación”. NUNCA ESTA TARDE.

Un saludo.

P.S.: Las mayúsculas mi elemental opinión sobre el asunto. La esencia: el texto completo, por supuesto.

PIO MOA
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 20/06/2005 20:21:01
Contestación [Responder]

MENTIRAS INCONVINCENTES
Hace poco el historiador (pero no buen historiador) Julián Casanova arremetía en El País contra algunos investigadores que, según él, contamos “mentiras convincentes” sobre la guerra civil. De que son convincentes no hay duda, basta ver las tiradas de nuestros libros y su efecto social. Que sean mentiras él tendría que demostrarlo, y, desde luego, ni lo intenta. Quizá más adelante se ponga a ello, y desde aquí quiero animarle, pues termina su artículo llamando a los suyos a emprender de una vez la crítica de nuestras “mentiras”. Ya iba siendo hora, la verdad, pero más vale tarde que nunca. Le sugiero el método siguiente, el más adecuado desde el talante democrático y la honestidad intelectual: un debate en El País, en igualdad de condiciones, que supere de una vez la censura inquisitorial practicada por ese periódico contra investigaciones como las mías, y nos permita creer en la honradez y capacidad de rectificación de sus directores. Pero si lo que pretende el señor Casanova es el abuso de los medios de masas para divulgar sus tesis sin permitir derecho de réplica, me permito señalarle que esa táctica, mantenida durante seis años, ya no funciona: ha desacreditado a sus empleadores y no ha logrado silenciar nuestras “mentiras”.
Casanova se contenta con acusarnos a algunos de mentir, sin demostrarlo. Yo en cambio, creo poder mostrar en su artículo algunas tretas, vaguedades y desvirtuaciones que no le dejan en buen lugar. Dice, por ejemplo: “Durante las dos primeras décadas de la transición, desempolvar ese duro pasado fue tarea casi exclusiva de un variado grupo de historiadores que revelaron nuevas fuentes, discutieron sobre las diferentes formas de interpretarlo y abrieron el debate a la comparación con lo que había ocurrido en otras sociedades”. Un buen historiador concretaría más: el eje de ese “variado trabajo” consistió en la herencia intelectual del estalinista Tuñón de Lara e interpretaciones también en clave marxista como las de Jackson, Preston y otros, muy reverenciados también por la derecha cutre. Hasta hace pocos años los historiadores e intelectuales marxistas marcaban con su estilo todas las universidades y medios de masas españolas. Tras la caída del muro de Berlín se han vuelto más discretos, pero no han sometido a crítica sus ideas. El propio Casanova habla de “El pueblo en armas” para describir la entrega de armamento a los sindicatos y, no pocas veces, a delincuentes comunes.
Debemos recordar que el marxismo español siempre fue un poco de pandereta, de nulo rigor crítico e incapaz de aportar nada a su propia doctrina. Y la historiografía, desde luego, no constituyó una excepción. La interpretación marxista o marxistoide predominante, incluso ahora mismo –al menos en el aparato burocrático de la universidad y en diversos medios de masas– tiene dos rasgos: es radicalmente antidemocrática, y no menos radicalmente falsa. No voy a extenderme ahora en estos puntos, que he examinado en otras ocasiones, porque cualquiera puede verlo aplicando el “criterio de la práctica histórica”. Y por esa razón casi todo ese trabajo ingente de varias décadas encomiado por Casanova, un trabajo más burocrático que científico (el marxismo siempre se presentó como “científico”), con sus miles de publicaciones, congresos, simposios, con su enorme gasto de dinero público y proyección en los medios de masas, sólo puede ser útil hoy como material de desguace.
Dentro de la típica manipulación marxistoide, continúa Casanova: “Desde la segunda mitad de los años noventa salieron a la luz hechos y datos novedosos y contundentes sobre las víctimas de la Guerra Civil y de la violencia franquista (…) Descendientes de esas decenas de miles de asesinados se preguntaron qué había pasado, por qué esa historia de muerte y humillación se había ocultado, quiénes habían sido los verdugos…” Aquí Casanova opera como el clásico propagandista que atribuye los crímenes al “pueblo”. No fueron, o no principalmente, los descendientes de las víctimas quienes “se preguntaban”, sino determinados partidos, historiadores y asociaciones, a menudo subvencionados con dinero público, quienes organizaron una incesante campaña, no para restablecer la realidad histórica sino los rencores del pasado, y arrinconar al PP. El mensaje implícito, pero clarísimo, era: “ustedes, derechistas, provienen de los asesinos de la democracia y los demócratas en España. Aunque hayan cambiado algo, su deuda no está del todo pagada, y tenemos derecho a pensar que en cualquier momento pueden volver por sus viejos instintos”. Si le queda alguna duda al mal historiador Casanova, sólo tiene que recordar las recientes campañas electorales con llamamientos al “no pasarán”, a no votar “a los asesinos de García Lorca”, a la reiterada caracterización del PP como “asesinos”, “nazis”, etc., y la violencia correspondiente. Truco de propagandista, no método de historiador, exhibe aquí el señor Casanova.
¡Y la pretensión de que la democracia fue defendida en España por una amalgama de estalinistas, marxistas revolucionarios, anarquistas y jacobinos golpistas…! Todos ellos, además, saboteándose, torturándose y matándose entre sí, como sabemos por sus propios testimonios… Y todos ellos bajo la dirección, no simple ayuda, de Stalin, ese demócrata sin par. Que esta patraña gigantesca haya funcionado durante décadas y siga presente en la universidad, sólo revela lo muy bajo que ésta ha caído bajo la hegemonía de aquel “variado grupo de historiadores”.
Con absoluta cara de cemento nos aclara el señor Casanova: “el registro del desafuero cometido por los militares sublevados y por el franquismo hizo también reaccionar, por otro lado, a conocidos periodistas, propagandistas de la derecha y aficionados a la historia, que han retomado la vieja cantinela de la manipulación franquista (…) Todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores profesionales quedan de esa forma reducidas a dos cuestiones: quién causó la guerra y quién mató más y con mayor alevosía. La propaganda sustituye de nuevo al análisis histórico. (…) con sus habituales tópicos sobre octubre de 1934, el terror rojo, el anticlericalismo, Paracuellos, las Brigadas Internacionales, las checas y el dominio soviético”.
Mire usted, señor Casanovas, llamar “tópicos” o “cantinelas” a esos hechos plenamente demostrados ya le retrata a usted a la perfección, y no precisamente como historiador serio, por decirlo con mucha suavidad. El origen de la guerra no es una cuestión propagandística, sino justamente la cuestión clave para entender lo ocurrido. Y no se exceda usted en hipocresía: dar vueltas a quién mató más y con mayor alevosía es precisamente lo que han venido haciendo ustedes de modo incesante desde hace años. Peor todavía: de creerles a ustedes, la derecha fue casi la única que mató, y en todo caso la verdadera criminal, porque las víctimas derechistas habrían perecido a manos del “pueblo”… Y ya se sabe que ese “pueblo” de ustedes siempre tiene razón.
Y termino, de momento: por mi parte no he recuperado ninguna propaganda franquista, como usted asegura. Mentira comprobable por cualquier lector de mis libros, y no olvide usted que tengo muchos. Contra sus afirmaciones, mis principales fuentes no son secundarias ni franquistas, sino primarias, bastante más que las que suelen utilizar ustedes, y proceden en su abrumadora mayoría de la documentación izquierdista. ¿Por qué insisten ustedes en esas supercherías? ¿No ven que les desacreditan a ustedes, desacreditan a la universidad y sólo convencerán a unos cuantos incautos o fanáticos sin remedio? Tampoco soy nostálgico de la dictadura, como usted vuelve a mentir. En cambio usted sí recupera los tópicos y métodos del Frente Popular, y eso indica que de demócrata tiene usted poco.
En fin, le reitero mi invitación: un debate libre en el periódico El País: ahí, y no en excusas palabreras podría comprobar todo el mundo si tienen ustedes intención de aclarar la realidad histórica o de seguir embarullándola.
Pío Moa
Libertad Digital, 20-6-2005.
Diablito separatista
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 20/06/2005 21:59:55
Re: Re: Mentiras convincentes [Responder]

Hay una cosa que nunca entendere, y es como la izquierda es para la derecha uno y trino, ella misma y su contrario. Resulta por un lado que gracias a la responsabilidad de cierta gente de izquierda que encima era quien cortaba el bakalao se pudo hacer la transición sin remover heridas (Carrillo, Guerra, etc.) Pero luego son una panda de resentidos que llevan veinticinco años removiendo mierda. Que se aclaren.
Malos Pasos
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 21/06/2005 09:12:08
Re: Re: Re: Mentiras convincentes [Responder]

El chaquetero, de poco fiar, ex miembro de grupo terrorista (es de suponerle esta actividad mientras otros accedían a sus cátedras. Es lo que tiene entretenerse por el camino y llegar tarde que hay que conformarse con las "migajas"), frustrado antifranquista y vocero, don Pío, se define él solito:

"Hace poco el historiador (pero no buen historiador) Julián Casanova arremetía en El País contra algunos investigadores que, según él, contamos “mentiras convincentes” sobre la guerra civil".


Ya sabemos que el VOCERO no utiliza medio alguno para "vivir" de los cuentos. Es lo que tiene la solemene hipocresía malintencionada.

Así pues, el vocerío frente a la cátedra hablando de lo que hablamos porque de Historia hablamos. Apañados estaríamos si dependiésemos de estos "advenedizos tardanos".

No hay más que decir. Las cosas claras. Es lo que tiene la frustración y el aprovechamiento de las circunstanicas para alimentar el bolsillo y el medio la que y del que se lucran (su peculiar "cátedra", por lo del sillón, más que por otra cosa). De integrante de banda terrorista a vocero de lo "neocom". A lo dicho "de poco fiar". De muy poco fiar: las "migajas".

Se hablaba en el texto del Dr. Casanova (que no "Casanovas") de las maneras de hacer "historias mediáticas" que entroncan con las mejores esencias de la dictadura pseudofascista del régimen bastardo (también de mucha "pandereta") cuyos lastres se disfrazan de estos "eminentes" cocinadores de historias.

Un saludo.
Salomon
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 21/06/2005 11:46:51
Sin título [Responder]

Que Casanova o Casanovas acepte el debate en el País. Asi se demostrara quien dice la verdad.
Malos Pasos
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 21/06/2005 11:55:15
Re: Con título. [Responder]

No es cuestión de mentiras o verdades. Es cuestión de interpretación del pasado basado, O NO, en una determinada ideología y con una intencionalidad concreta. Otra cosa es el fundamento historiográfico (que cuestiona, don Pío, que como mal académico confunde con su práctica ideológica mucho más elemental, claro).

El pasado está ahí. Ni es FALSO ni verdadero. Otra cosa es la pretensión con la que se "redacta" ese pasado. Ésa es la clave del asunto. Por principios me fío más de un catedrático que de un vocero "contando sus hsitorias" a discreción.

Y por eso me refiero al personaje: lo que cuenta es insustancial, pretencioso, ideológicamente macabro, todo lo cual entraña un grave riesgo que al parecer le es rentable a él y a sus planteamientos. Los hsitoriadores no "juegan" a eso. Seguro. No es su labor, para eso están los que están: don Pío.

Un saludo.
Malos Pasos
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 21/06/2005 12:00:19
Re: Re: Con título. [Responder]

Y conste que ni me parece "bueno" ni "malo". No soy quien y allá cada cual: lector y redactor. Pero es seguro que de "histórico" tiene poco el relato (los relatos) del vocero. Si algún valor tienen como "estudio" es para mostrar a los futuros historiadores qué no se debe hacer con el pasado: utilizarlo ideológicamente en el presente. Eso no se hace en la Facultades. Seguro. Su intencionalidad, demostrada de manera impecable por el catedrático, es otra. Insisto allá cada cual. No hay debate posible. Son palnos que nada tienen que ver. Pero la Historia, su CONOCIMIENTO, para los historiadores.

Un saludo.

Malos Pasos
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 21/06/2005 13:29:19
Re: CON TÍTULO [Responder]

Insiste.

En mi opinión no hay nada que demostrar. La VERDAD siempre estará del lado de los creyentes. Por fortuna la HISTORIA es otra cosa.

El vocero a lo suyo, empeñado en "malmeter" la hsitoria, la historiografía y todo lo académico que se preste. Va por libre. Le va lo "neocon", el "tuttifruti", a costa de pervertir el pasado USÁNDOLO para "crear" ideología barata.

¡Deje la Historia!, don Pío. Puede hacerse de otras maneras. O siga en lo suyo para ilustrar la evidencia de la intención. Ya se sabe de su gran aportación al conocimiento historiográfico (que, definitivamente, ni conoce bien no controla), proviniendo de donde proviene.

Del fracaso académico, de la militancia extrema, de la pérdida de tiempo, de la frustración franquista y del credo al que sirve. Eso está superado por los que no perdieron el tiempo maquinando. Está superado. Es lo que tiene perder el tiempo cuando hay que aprovecharlo que los acontecimientos le superan a uno.

Puede que nos pase a muchos pero, el tal "Pío", ha decidido hacer negocio (dinerario e ideológico) con lo que otros han superado hace lustros.

Y los Historiadores a lo suyo. Eso mostraba (y demostraba a mi parecer) el Dr. Casanova.

El vocero, Pío, sigue en lo suyo: utiliza los datos históricos (los que le conviene) y como tales ciertos y conocidos, para generar "ideología histórica". Lo cual, pretender hacerlo pasar por Historia (con mayúsculas) es una marrullería a la que nos tienen acostumbrados los voceros. Van a lo suyo: a llenar el bolsillo y "generar opinión pública y publicada". Utilizar la Historia para esos propósitos ya se sabe de antiguo.

ES LO ÚNICO QUE MERECERÍA LA PENA ACLARAR. POR SUERTE ESTÁ MUY CLARO.

Por eso no aspiran a nada más, no pueden NI SABEN. Se dedican a lo que se dedican. Me quedo, me sigo quedando, con lo académico SIN MÁS pretensiones (o con la académica pretensión).

Es bueno, para acabar, conocer de esas otras maniobras, esas marrullerías. Fundamentalmente para saber qué no se debe hacer. Y, por lo demás, allá cada cual.

Un saludo.
Diablito separatista
E-mail: Sin E-mail Enviado el: 21/06/2005 17:31:50
Re: Sin título [Responder]

El debate lo tiene que hacer Moa en Zona Abierta (o revistas científicas especializadas) o en algún congreso; lastima que no haya querido hacerlo en toda su dilatada carrera -que arranca mas tarde de su salida del GRAPO-. Dios mío, con el asco que pregonan algunos a Prisa y luego se pirran por salir ahi...

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