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| RAMOS, Juan |
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El torero Juan Ramos |
Juan Lorenzo Bueno Ramos, Juan Ramos para el toreo, nació en Cimballa el 19 de mayo de 1950.
Tuvo unos duros principios cono novillero, toreando todo lo que le echaban, en funciones modestas. Se abrió paso a fuerza de valor y entrega, hasta que llegó la novillada de la feria del Pilar de 1975, en la que cortó cuatro orejas con reses de Carlos Vega. Tan rotundo triunfo no fue obra de la casualidad, ya que lo refrendó después con el corte de otras tres orejas, nada menos que en la plaza de Sevilla. Se sucedieron los éxitos ininterrumpidos, que le llevaron a la alternativa el 31 de julio de 1977, en Barcelona, con toros de Torrestrella y un cartel de máxima categoría, ya que tuvo como padrino a Paco Camino y de testigo a Santiago Martín "El Viti".
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Sin embargo, Juan Ramos tampoco lo tuvo fácil como matador de toros, pese a las cualidades demostradas y a su arrojo en los ruedos, con un toreo de verdad, sin trampa ni cartón, capaz de llegar a los espectadores y conmoverlos de inmediato. Pero, incomprensiblemente, no tuvo las oportunidades que merecía, empezando por su propia tierra. Le faltó apoyo y, probablemente, una más acertada orientación de su carrera profesional.
Tardó seis años en confirmar su alternativa en Madrid, ya que lo hizo el 21 de agosto de 1983. En principio, iba a ser apadrinado por Palomo Linares, pero a última hora actuó de padrino Enrique Calvo "El Puno", que le cedió la muerte del toro "Tonadillero" -tenía capa negra, estaba marcado con el número 18 y pesó 506 kilos-, perteneciente a la ganadería de Hijos de Marín Marcos. En aquella corrida se lidiaron cuatro toros de este hierro y dos de Manuel García Fernández-Palacios. Actuó de testigo, completando la terna de matadores, Raúl Sánchez.
Juan Ramos, iba para figura y, de hecho, se convirtió en el ídolo de la afición de Barcelona cuando toreó en la Monumental las tres últimas corridas de la temporada de 1985 y obtuvo otros tantos arrolladores éxitos, que le hicieron ganar todos los trofeos del año que se conceden en la Ciudad Condal: a la mejor faena, al triunfador, al mejor par de banderillas…
Estaba embalado, pero al reaparecer, en la temporada siguiente, tuvo la desgracia de fracturarse un brazo, accidente que se repitió cuando se dispuso de nuevo a reaparecer. Todo ello frenó su carrera, cuando ya parecía imparable.
Tiempo después tuvo el gesto de encerrarse con seis toros en la plaza de Zaragoza, como único matador, y resultó cogido gravísimamente, hasta el punto de llegar a temer por su vida, pero los buenos oficios del doctor Carlos Val-Carreres y su equipo le pusieron a salvo.
Con todo, su carrera fue eclipsándose, hasta dejar prácticamente de torear.
Pero aquí queda su ejemplo de torero pundonoroso, artista y valiente, espectacular banderillero y magnífico estoqueador. (Alfonso Zapater)
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